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to winter 2002
Espiritismo:
una entrada desde el horror
por Matías Quintana
2 de Diciembre de 2002
Ominosa
familiaridad
"...me
apresuré a dejar la estrecha callejuela doblando en la primera
esquina. Pero tras vagar sin rumbo durante un rato, de pronto me encontré
de nuevo en la misma calle donde ya empezaba a llamar la atención,
y mi apurado alejamiento sólo tuvo por consecuencia que fuera
a parar ahí por tercera vez tras un nuevo rodeo. Entonces se
apoderó de mí un sentimiento que sólo pude calificar
de ominoso..."
(Sigmund Freud, Lo ominoso, p. 236)
Freud
habla de lo ominoso a partir del vocablo alemán unheimlich,
opuesto directo de heimlich, término que no obstante –según
ese autor— es no unívoco, porque puede significar tanto lo
familiar como lo que suscita incertidumbre intelectual. Es
siguiendo esta última línea significante que lo heimlich
(familiar) puede terminar convirtiéndose en unheimlich
(ominoso). Entonces, la debilitación intrínseca que
lo heimlich recibe de su equivocidad, en ciertas circunstancias,
puede ser la condición que lo arrastre hacia el dominio de lo
ominoso.
El
par heimlich – unheimlich, nos mostraría pues,
la relación especial que existe entre lo familiar y lo
ominoso, cosa que no deja de llamar la atención, ya que
en diferentes expresiones de la cultura –como el cine, la pintura o
la literatura— encontramos representaciones que condensan esos términos
aparentemente incompatibles.
Ahora
bien, Freud define la palabra ominoso (unheimlich) como "lo
terrorífico, lo que produce angustia y horror" (p. 219).
Pero más adelante hace un análisis del vocablo heimlich
(familiar) a través de extensas citas, en las que puede apreciarse
que en él coinciden dos corrientes de significado contrapuestas:
la de lo familiar y agradable, y la de lo clandestino
que, cuando se desoculta, genera, por lo menos, incertidumbre intelectual.
Pero agrega: "También nos enteramos de que unheimlich
es usual como opuesto del primer significado únicamente, no del
segundo." (p. 225), es decir, la percepción que angustia
y horroriza se opondría sólo a heimlich en su sentido
de familiar, pero no en el sentido de clandestino que provoca incertidumbre.
En otras palabras, el hermanamiento contradictorio entre los opuestos
se produce porque en el interior de heimlich existe una línea
de significado cuyo desarrollo lingüístico coincide con
el de unheimlich, que por determinados caminos puede revelarse
en lo familiar desde su estado clandestino, conmoviendo su textura a
través de algo que va desde la inquietud intelectual hasta el
horror. Veamos un ejemplo.
Es
probable que un lugar tan familiar como la propia casa, pueda volverse
unheimlich si repentinamente apareciera en escena algún
fenómeno incongruente: en ese caso lo ominoso habrá
rasgado la tela de lo familiar, que una y otra vez se estrellará
contra la imposibilidad de remendar el corte producido, al menos hasta
que no de con el hilvanado de su enigma, el cual reside en la clarificación
de ciertas reglas que anudan con sus prohibiciones. Porque el horror,
desde este punto de vista, será el resultado de una falta de
respuestas a algo que se sabe pregunta pero que no se formula como tal.
Las razones de esa no formulación no es tema de este trabajo
pero serían las que impiden una respuesta y, en definitiva, las
que desatan al horror.
En
este orden de cosas, Freud comenta en su artículo que Schelling
consideraba a lo unheimlich como todo lo que estando destinado
a permanecer en secreto, ha salido a la luz. La siguiente cita, a modo
de resumen, ilustra sobre la idea de Schelling, al mismo tiempo que
el uso lingüístico dado a heimlich muestra la oscilación
entre las dos corrientes que lo atraviesan:
"El
significado de lo escondido y peligroso, que se destaca en el parágrafo
anterior, se desarrolla todavía más, de suerte que heimlich
cobra el sentido que suele asignarse a unheimlich. Así:
A veces me ocurre como a quien anda en la noche y cree en aparecidos:
cada rincón se le antoja heimlich y espeluznante."
(Klinger, Theater, citado por Freud, p. 226)
El
estudio que Freud describe en su artículo, según reconoce,
no deriva de un análisis exhaustivo del asunto, debido a una
circunstancia histórica que se lo impidió pero que –es
posible pensar— fue la que se lo inspiró: aunque no hay exactitud
al respecto, Freud escribe Lo ominoso en los tiempos de la Primera
Guerra Mundial, guerra que en sus momentos iniciales, seguramente fue
una circunstancia unheimlich (no familiar, ominosa, promotora
de horror y terror), al menos de ruptura a la relativa paz que se vivía.
Pero con el paso del tiempo, es probable que lo que al principio fue
unheimlich, haya vuelto a su estado heimlich (en el sentido
de familiar), ya que por una suerte de acostumbramiento a lo ominoso,
las personas pueden terminar por significarlo y familiarizarse. En general,
es posible pensar que la guerra o ciertos estados de amenaza continua
a la vida, a la estética de lo posible o a la causalidad, pueden
transformarse con el tiempo en una ominosa familiaridad.
Pensemos
sino en esa tolerancia que las culturas desarrollan antes cosas que
retrospectivamente, eran intolerables; o en otro sentido, el placer
que sentimos cuando leemos un relato ominoso elaborado a partir de hechos
generalmente triviales, como es el caso de la cita que inicia este trabajo.
La
oscilación interna de heimlich entre lo familiar y lo
no familiar respondería a una pérdida del anclaje de la
percepción en el plano de la realidad familiar, o a la imposición
directa de algo unheimlich en lo heimlich. A estos procesos
los vemos plasmarse en diferentes expresiones del arte por un lado,
y de la realidad por el otro.
Desde
un punto de vista netamente kantiano, lo unheimlich es la clandestinidad
que se revela derogando la ley que le impone un destino, y precisamente
por esa predestinación (que quizás sea condena), no es
algo pasible de representación (tal como pueden serlo otros objetos
que el intelecto descubre). En otras palabras, no disponemos de las
autorizaciones psicológicas y de los principios filosóficos
adecuados para concebir –fuera de las reglas que imperan— un existente
que dice yo en un lugar distinto del que identifica y da la palabra
al hombre. Desde este punto de vista, el horror ante lo unheimlich
se desarrolla cuando la percepción desprevenida es conducida
por el límite de la ruptura de lo familiar, o cuando desde otro
lado algo que se impone dice yo en un lugar que no le corresponde.
A continuación, avanzaremos diferenciando terror de horror, con
la finalidad de desligar sus significados, y relacionar el segundo con
la visión de la muerte, concepto fundamental para la entrada
que estamos intentando.
El
terror estaría más del lado de la irrupción afectiva
que atenta contra la vida. En este sentido, sería un afecto surgido
en situaciones límite que ponen en riesgo al yo. En cambio,
el horror parece ser un sentimiento más elaborado y relacionado
con cierta sensibilidad intelectual. Esto es, aunque el terror puede
ir acompañado del horror ante la perspectiva intelectual de la
muerte, es la amenaza de muerte y no su visión intelectual, lo
que suscita terror, de modo que si la muerte se consuma, el terror pierde
sentido ya que la vida no está en riesgo. Mientras que el horror
puede proseguir.(1)
En
términos que articulan lo dicho hasta aquí, cuando lo
heimlich se fractura las personas pueden reaccionar con algo
que va de la mera inquietud intelectual que intenta digerir la desfamiliarización,
hasta el desarrollo franco del horror. En ambos casos, inquietante
y horroroso son los adjetivos dados al efecto psíquico
que produce esa representación imposible que, sin embargo, irrumpe
desde el seno de lo que se percibía heimlich. Es probable
que por intermediación de ciertas determinaciones, sea posible
evocar a la clandestinidad en lo familiar, propiciando una suerte de
implosión. Dijimos también que en heimlich coexisten
dos cauces de significado: uno correspondiente a lo familiar propiamente
dicho, y otro a lo horroroso. Pues bien, cuando en algún punto
ambos confluyen, a la sustancia que se forma en esa intersección
la llamaremos ominosa familiaridad.
Por
ejemplo, cuando Freud caminaba por ese lugar, y una y otra vez iba a
dar a la misma calle, esa familiaridad que se repetía con insistencia
fue figurada por él como una representación ominosa o,
al menos, inquietante ya que no se explicaba el porqué de esa
situación. Ejemplos que evocan esa sensación, se esparcen
en la vida cotidiana, la literatura, la pintura y el cine, siendo altamente
instructivo adoptar una actitud crítica frente a esas expresiones.
Pues
bien, por un lado tenemos, en el plano de la ficción, al horror
producido por un impacto estético sobre lo heimlich; y
por otro, en el plano de la realidad, tendríamos al horror ante
el fracaso del principio causal a la hora de mantener la congruencia
entre lo heimlich y la percepción.(2)
A continuación intentaremos ilustrar ambos conceptos.
.
Lo
unheimlich en la ficción y lo unheimlich en la
causalidad.
Una
situación inquietante donde se vislumbra la intersección
entre lo heimlich y lo unheimlich es puesta en escena
en El Resplandor, película dirigida por Stanley Kubrick,
basada en un libro homónimo de Stephen King: cuando Wendy, mujer
de Jack Torrance (dignamente caracterizado por Jack Nicholson) se aproxima
al escritorio de trabajo de su esposo ubicado en el inmenso living del
hotel vacío que custodiaban un invierno, junto a la máquina
de escribir de él, Wendy encuentra cientos de hojas mecanografiadas
con la misma frase: "No por mucho madrugar amanece más temprano",
escrita miles de veces, y en distintos formatos –como si allí
hubiera algo que formatear— en una obra dedicada al más absoluto
sin-sentido. Kubrick, con gran maestría, logra evocar en el corazón
del espectador a lo unheimlich, a través de los ojos de
Wendy que contemplaban la visión de la locura de su esposo. En
esa escena, desde el seno del hecho heimlich de unas hojas mecanografiadas
junto a la máquina de un escritor, aparece el sin-sentido de
la locura que se revela gradualmente a medida que Wendy escudriña
desesperada en busca del símbolo que de sentido a lo horroroso
que estaba presenciando, porque era su esposo, el sostén de su
familia, el depósito de su amor y de sus esperanzas, quien se
estaba enloqueciendo. Quizás por ello Wendy en ese momento siga
escudriñando en el intolerable desdoblamiento de lo heimlich
condensado en la pila de hojas, en lugar de huir ante el menor signo
de peligro.
Por
otra parte, una situación que evoca a lo unheimlich –en
las pesadillas y en el cine— rompiendo un principio de relación
causal, se da cuando en una persecución, quien es perseguido
corre incansablemente mientras que su perseguidor, a paso muy lento,
parece estar continuamente a punto de alcanzarlo, violando el principio
de relación física velocidad-distancia. En este caso el
horror se destaca ante la violación de las siempre heimlich
leyes naturales.
También
en la pintura encontramos numerosos ejemplos de cómo los artistas
pincelan con un poco de esa sustancia a la que llamamos ominosa familiaridad.
Pero quizás aquellas obras de El Bosco tan plenas de locura e
infierno excedan el justo equilibrio que buscamos; incluso el mismo
Munch, en su inquietante cuadro El grito, parece usar demasiado
de lo unheimlich hasta borrar cualquier rastro de familiaridad.
Algo tal vez más equilibrado, en mi opinión, se halle
en la pintura de The
Schoolboy (Camile Roulin)donde Van Gogh logra rasgar la usualmente
heimlich figura de un niño, haciendo que lo unheimlich
se desparrame con vehemencia por su rostro, como si desde una hendidura
invisible en la fisonomía del escolar lograra hacer brotar una
sustancia distinta que desconfigura el trazo y la tinta, y va inundando
la boca, los labios, la nariz y los ojos, con un gesto indescriptible,
que llama al asco y al rechazo, y hace pensar en cuál será
la idea que lo provoca.
Es
posible pensar que, ya sea del lado de la vida o de la muerte, el horror
surge ante la ausencia de metáforas para un estímulo que
va adquiriendo paulatinamente una representación psíquica
como fenómeno anormal. De esta forma, muchos artistas que trabajan
con lo ominoso, llevan esa desocultación al límite de
lo familiar, para luego conjurarla con una metáfora que la familiarice
y la haga tolerable. Porque lo unheimlich encuentra grandes
facilitaciones en producciones mentales automáticas (como los
sueños), una pintura o una obra literaria. En este sentido, Julio
Cortázar, en su cuento Retorno de la noche, escribe:
"Debí
soñar mucho tiempo, pero sé que mis ideas se tornaron
súbitamente claras y que me incorporé en la oscuridad,
temblando todavía bajo la pesadilla. Es inexplicable cómo
la vigilia y el ensueño siguen entrelazados en los primeros
momentos de un despertar, negándose a separar sus aguas. Me
sentía muy mal; no estaba seguro de que aquello me hubiera
ocurrido, pero tampoco me era posible suspirar, aliviado, y volver
a un sueño ya libre de espantos. Busqué el velador y
creo que lo encendí porque los cortinados y el gran armario
se anunciaron bruscamente a mis ojos. Tenía la impresión
de estar muy pálido. Casi sin saber cómo, me hallé
de pie, yendo hacia el espejo del armario con un deseo de mirarme
la cara, de alejar el inmediato horror de la pesadilla.
Cuando
estuve ante el armario pasaron unos segundos hasta comprender que
mi cuerpo no se reflejaba en el espejo. Bien despierto, habría
sentido erizárseme el cabello, pero en ese automatismo de todas
mis actitudes, me pareció simple explicación el hecho
de que la puerta del armario estaba cerrada y que, por lo tanto, el
ángulo del espejo no alcanzaba a incluirme. Con la mano derecha
abrí rápidamente la puerta.
Y entonces
me vi, pero no a mí mismo. Es decir, no me vi ante el espejo.
Ante el espejo no había nada. Iluminado crudamente por el velador
estaba el lecho y mi cuerpo yacía en él, con un brazo
desnudo colgando hasta suelo y la cara blanca, sin sangre."
(Retorno de la noche, p. 59)
En
este fragmento de profundo contenido psicológico(3),
vemos la representación del hecho heimlich para todos,
del despertar inquieto y agradecido de un hombre cualquiera luego de
un mal sueño. Pero Cortázar, obrando sobre ese hecho familiar,
logra volverlo inquietante cuando no aparece el esperado reflejo en
el espejo; en su lugar, por detrás de la posición de la
mirada, un cuerpo muerto, que es el propio.
Este
personaje, al no reflejarse, indudablemente se siente expropiado de
lo que le fue arduo conseguir –como es su imagen. Pero como se lee en
el cuento, al principio, la inquietante sentencia del espejo "Tú
no estás en mí" pretende ser mantenida dentro
de los lindes de la causalidad, por eso quizás lo gira brevemente
para enfocarlo, último acto fallido antes del impacto estético
y del falseamiento de la causalidad a la que estaba habituado.
Luego de
eso, sale a caminar, posiblemente para despejarse. Pero cuando regresa,
parece no haberse despejado nada, ya que intenta refamiliarizarse(4)
en un proceso que no encuentra canalización lógica: en
lugar de buscar su espejo –aunque sería sugestivo decir: el autoconocimiento—
en su propio pensamiento y en el hecho de que si pensaba, luego
era, niega brutalmente la anomalía radical que lo separa de su
cuerpo, y así relata lo que hizo:
"Me
apreté contra mi cuerpo, quise romperle los brazos con mis
garfios, succioné desesperadamente la boca rebelde, quebré
mi horror frente contra frente, hasta que mis ojos dejaron de ver,
ciegos, y el otro rostro se perdió en una niebla blanquecina,
y solamente quedó una cortina temblorosa, y un jadeo, y un
aniquilamiento..." (p. 64).
Es
admirable cómo Cortázar vincula el horror con la negación
de la muerte (que en el fragmento de cuento termina por ser negación
de la nueva vida)(5),
concepto general, extraído de lo literario, muy fecundo para
la reflexión en varias direcciones. De todas maneras, vemos así
que en las pesadillas, la pintura y la literatura, los procesos mentales
automáticos o la inspiración pueden considerarse, en este
nivel de análisis, como los determinismos que producen el agujereamiento
de lo familiar, tanto en el plano imaginario de los sueños como
en el que los artistas proyectan sus obras. Hay sin embargo fenómenos
unheimlich que no son ni imaginarios ni ficticios, y en donde
puede encontrarse una desocultación análoga, no ya impactando
contra la estética de lo imaginable, sino contra el principio
genético y el de legalidad que mayormente rige nuestra evaluación
de la realidad. Específicamente la idea de que existen espíritus
que cohabitan con el hombre, y que en ciertas circunstancias pueden
rasgar la textura de la realidad y revelarse desde un lugar que nos
encuentra inermes, es algo que evoca a lo unheimlich. Pero en
el fragmento de cuento de Cortázar –como también en las
películas Sexto sentido o Los otros— el inerme
es el espíritu ante la revelación de su muerte.
Lo
que se quiere destacar con esto es esa especie de reversibilidad que
adquieren en el campo del saber los conceptos formulados desde un lugar
del saber que no busca convivir con el horror, pero tampoco producir
una refamiliarización brutal que termina siendo negación.
Quizás sea el uso lingüístico "casa con espíritus"
la representación menos mágica que la sociedad se ha llegado
a formar sobre el objeto de ese campo. Posiblemente debido a la ausencia
de estudios que diluciden la profunda problemática filosófica
y psicológica que anida en la metáfora casa con espíritus.
Sin esa dilucidación es imposible inocular lo horroroso, integrando
las ideas en una cosmovisión que sirva de alternativa a otras
que implícitamente niegan algo absolutamente inevitable para
el destino de la identidad humana: su muerte.
Entrar,
pero desde otro lado.
En
el marco conceptual de este trabajo, el espiritismo es una disciplina
que relaciona hombre y espíritu en el punto medio que va de lo
heimlich a lo unheimlich, al que denominamos inquietud
intelectual. La creencia en la preexistencia y persistencia del
espíritu –que en las ideas espíritas es el determinante
central en la constitución psíquica y biológica
de la identidad humana— representa la derogación del tabú
impuesto sobre la muerte, por lo cual el horror se queda sin su fuente
prohibitiva básica. De esa derogación el espiritismo aquilata
solamente la tensión creativa que había entre lo familiar
y lo unheimlich, es decir, la mera inquietud intelectual.
Ahora
bien, la intersección o arista entre el plano de lo familiar
y el plano espíritu –objeto de este espacio de conocimiento—
tiene en el campo del mito, las leyendas, la literatura, y, en los últimos
tiempos, en la cinematografía, una extensión notable,
por lo que aplicar el espiritismo y otros saberes al análisis
crítico de esos campos, ya es una empresa de conocimiento en
sí misma.
Pero
la metáfora casa con espíritus –que en esencia
mayormente impregna esas producciones— condensa una convivencia imposible
entre dos posiciones del ser. Por esta razón, en este tema, la
literatura, el arte y las representaciones sociales parecen manejarse
en términos del proceso primario descrito por Freud, que sobresale
en la formación de cierto tipo de sueños y de actividad
creativa. En términos sencillos, el proceso primario opera sobre
contenidos sin atender a la lógica de la realidad.(6)
La idea es que ese proceso se infiltra en la capacidad representativa
allí donde el proceso secundario –más del lado de lo real—
carece de los conceptos para adaptar la percepción a parámetros
realistas. De esta forma, casa con espíritus sería
una producción propia del proceso primario, que hace de la intersección
espíritu-familiaridad algo técnicamente inabordable. Porque
es una metáfora inválida a nivel filosófico ya
que justifica impropiamente la intersección existencial entre
dos posiciones del ente que, en rigor, son ontológicamente asimétricas;
no es lo mismo decir: "José está junto a Pedro"
o "Hay agua dentro de ese vaso" que decir "Un
espíritu está junto a Pedro" o "Hay espíritus
dentro de esa casa". Sintácticamente esas oraciones
son posibles, pero intrínsecamente tienen un valor cuestionable
ya que el estatuto del ente al que denominamos espíritu y la
posición existencial de su entidad son preguntas por ahora sin
respuesta. En rigor, el espiritismo no sabe nada de aquello que espíritu
indica en sí mismo, ni sabe si indica algo de la misma forma
que se señala un árbol a la distancia. Tampoco es posible
afirmar que el vocablo espíritu represente una cosa o
un concepto, aunque sus usos lingüísticos hacen un esfuerzo
por instalarlo allí. En consecuencia, el principio de causalidad
no puede extender allí sus fueros, sin enredarse en una serie
de problemas de difícil solución.
Detener
el desdoblamiento de lo heimlich en el punto de la mera inquietud
intelectual –que investiga determinaciones y busca operaciones útiles
para algún fin— a la vez que poder sostener el hecho en muchos
puntos desilusionante por sus implicancias afectivas, de que el espíritu
es una existencia imposible en nuestra familiaridad y en nuestro lenguaje,
son condiciones indispensables a la hora de ensayar ideas desde un espacio
donde, a pesar de estos reparos, efectivamente es posible producir ciertas
transacciones útiles, aunque ellas no tengan absolutamente nada
que ver con la concepción banal de la comunicación con
los muertos en términos de evocación de espíritus
familiares o cosas por el estilo.
Porque
el espiritismo no intenta demostrar que la convivencia con supuestos
espíritus es posible, sino mostrar que efectivamente no lo es
y que, incluso, esa existencia en el estado actual de los conocimientos,
es indemostrable. La consecuencia directas que estas explicaciones abstractas
tienen en la técnica espírita es contundente ya que recortan
de plano la utilización de la mediumnidad y cuestionan profundamente
a los supuestos "médiums" hasta el punto de desacreditar
su práctica y su prédica.
Para
finalizar, Mario Bunge, en una obra originalmente titulada Causality.
The place of the causal principle in modern science publicada en
los Estados Unidos en 1959, escribe, en la conclusión, lo siguiente:
"La
realidad es demasiado rica para poder comprimirse de una vez para
siempre en un marco de categorías elaborado en una etapa inicial
del conocimiento humano y que por tanto no puede dar cuenta de la
totalidad de los tipos de determinación cuyo número
va siendo incrementado por la investigación científica
y por la reflexión filosófica sobre esta." (p.
489) (7)
Paradójicamente,
intentar entrar desde el horror a una temática complicada e impopular,
nos impulsó súbitamente a la vera de otra entrada que
desde el campo del mismo espiritismo, aun no se ha recorrido adecuadamente.
Notas
1.-
Es natural la pregunta no respondible ahora: ¿en qué corazón
y en qué cerebro persiste el horror a la muerte luego del terror
vivido antes de la muerte? Más adelante, en el fragmento de un
cuento de Cortázar esta cuestión hallará una respuesta
parcial.
2.-
El concepto epistemológico de principio causal, aunque parezca
desatinado en un texto de esta naturaleza, sirve para diferenciar el
campo de la ficción literaria en el que se mueve el artista,
del campo de lo real en el que pretende basarse el espiritismo, aunque
ello no significa que lo logre y gran parte de sus obras no tengan otro
valor que el literario, por más que se adscriba a sí mismo
una validez científica a la mayormente parece no honrar.
3.-
Subrayamos: "Y entonces me vi, pero no a mí mismo.
Es decir, no me vi ante el espejo.", palabras que están
entrampadas en un problema que incluye a alguien que mira pero que no
está alineado con la luz, que está erguido, camina y mueve
puertas, pero que no encuentra su reflejo, como si una mirada desde
ningún lugar pudiera ponerse entre un espejo y un muerto que
se refleja. El personaje del cuento nos enfrenta a alguien que no es
alguien ya que es indefinible a partir de las referencias identificatorias
habituales signadas por la imagen y el lenguaje. De donde siempre será
unheimlich su forzamiento en esos parámetros.
4.-
Que puede definirse como asimilación de lo unheimlich
a lo heimlich. Pero en la realidad del cuento no es posible, porque
el personaje ya no está más en la vertiente familiar de
lo heimlich.
5.-
Es llamativo cómo en el cuento Cortázar pone a la
figura de la abuela como el lazo afectivo que no le permite aceptar
su muerte y que, por lo tanto, no lo deja vivir.
6.-
En cierta ocasión, en un reportaje de televisión,
un economista historizando sobre las influencias de la crisis económica
de Rusia en Sudamérica, dijo en lugar de "la crisis rusa",
"la crusia" neologismo que condensa crisis y Rusia,
en una clara contaminación del proceso primario.
7.-
Se refiere, sobre todo, a los principios filosóficos elaborados
por los griegos.
BIBLIOGRAFIA
Bunge,
M., La causalidad, Ed. Sudamericana, Bs. As., 1997.
Cortázar,
J., "Retorno de la noche", Cuentos completos/1, Ed.
Alfaguara, Bs. As., 1996.
Freud,
S., "Lo ominoso", Volumen XVII, Obras Completas, Ed.
Amorrotu, 1997.
Matías
Quintana nació en Santa Fe (Argentina) en el año 1978. Es estudiante
de Lic. en Psicología de la Universidad Católica Argentina, donde está
preparando su tesis de grado. En el ámbito espírita, es miembro de la
Institución Espírita Síntesis de su ciudad, donde dirige la revista
de cultura espírita El Barco en sus versiones impresa y on-line. Ha
presentado ponencias y publicado artículos sobre espiritismo en distintos
medios de su país y América.
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