MANUAL DE ALIUROFOBOS: NOTAS CONTRA
LA UBICUA BESTIA NEGRA
Arturo Dávila S.

El legendario glamour de los gatos es ya una tradición. Difícil encontrar escritor que no haya expresado su gusto por el reverenciado animal. Edgar Allan Poe pobló sus noches de misterio con su presencia silenciosa. Baudelaire les escribió dos sonetos que han motivado páginas y disertaciones innumerables. T.S. Eliot, a su vez, contribuyó con memorables personajes que terminaron como "superestrellas" de musical en Broadway. Rilke dudó de su existencia. Etcétera, etcétera, etcétera. Por eso, encontrarse con el libro de William Cole, Manual para los que odian a los gatos o la delicia de los ailurofobos, es casi un milagro.

Sagaces y "perrunos" críticos y damas elegantes de la Sociedad Defensora de Animales, lo condenaron. George Freedley, autor de Mr. Cat propuso, con humor, " que el autor debería ser desgarrado ("declawed"); la señora Pamela Mason, autora de Los gatos en nuestras vidas, libro por demás "conmovedor", sostuvo que "este libro fue obviamente escrito por un ignorante y celoso perro." Así, la suerte de William Cole y su execrable ilustrador, Tomi Ungerer, quien se aplicó con profusión de detalle a producir dibujos "gatunos" en que los felinos resaltan por su fealdad, fue la del olvido y la incomprensión. "Los Ailurofobos abundan. Hombres tranquilos que odian a los gatos se encuentran en todos lados” escribe Mr. Cole. “A veces, un comentario casual acerca de mi libro contra los gatos, iluminaba los ojos de un extraño. Firmes lazos de amistad se establecían inmediatamente. Labios mudos se liberaban y un deleitable flujo de invectivas largamente reprimidas, florecía. Era alentador saber que lo que yo creía una solitaria cruzada, era una causa común." Y un club secreto de estos personajes establece nexos más estrechos cada día.

El Sr. Cole se encuentra con uno de sus venerables enemigos: entra en un departamento con un olor raro, rancio, y molesto; ve los muebles desgarrados; las cortinas con rayones de uñas; y, a punto de partir, lo recibe una mujer con las medias (casi siempre) corridas. Por supuesto, en el mejor sillón y el más suave, recostada a sus anchas, duerme silenciosa la fiera que, además, lo ignora. Y cuando abre un poco los ojos, para observar al intruso, irradia el más benévolo desprecio. "Ya se acostumbrará a ti", le dice su amiga, "es que es... cómo te diré, muy especial."  Al ir al baño, nuestro invitado se encuentra con el olor de sus no muy aromáticas inmundicias y, si no ha sido "operado", con una caja infestada de gatitos --ya que el período de gestación gatuna es solamente de 63 días. Y a la hora de la comida, ¿quién recibe el plato más suculento, con un pescado carnoso y envidiable? El Misifus. La escena culmina en tragicomedia: el Sr. Cole, a pesar de la atracción que pueda sentir por su amiga, la abandona o, simplemente, decide no cortejarla.

La historia de los gatos, sin embargo, ha tenido sus vaivenes. En el antiguo Egipto (ca. 5 000 A.C.), nos enteramos, se les reverenciaba y se les consideraba sagrados. "El castigo por matar a un gato era la muerte." Y el rasgo más peculiar, cuando moría una de estas alimañas, el dueño o la dueña del animal, se rasuraba las cejas!!! Más ridículo aún, algunas personas se rasuraban sólo una ceja. "Costumbre", señala W. Cole con sarcasmo, "que debería persistir."

Esta agraciada suerte persistió hasta la Edad Media, y hasta el siglo XV, cuando el Papa Inocente VII, lanzó a la piadosa Inqusición contra estos animales del demonio. "Esos seres están embrujados. Extermínenenlos" Y millones de ellos fueron muertos de la forma más horrenda: quemados vivos (tras ser bañados en aceite), colgados, destazados, "e incluso crucificados". "La versión inglesa de este agradable pasatiempo" --agrega el autor-- "era poner a un gato en un saco y dispararle flechas".

Sin embargo, hoy en día, su popularidad ha sido reestablecida. Más de 21 millones pueblan al coloso norteamericano y 50 millones de latas de comida felina se venden en supermercados. Cuando ves a una familia de dos o tres niños y un gato, los extraños se acercan sonriendo... a ver al gato. Su fecundidad es notable, su inutilidad manifiesta, su malagradecimiento bien conocido y, además, "los gatos insisten en comer pasto, y vomitarlo."

La investigación de Mr. Cole no se detiene en la mera anécdota personal. Su pesquisa, también, tiene carácter científico. Al entrevistar a un personaje del American Museum of Natural History registró la siguiente respuesta: "Un juicio general basado en la literatura, pondría la inteligencia del gato debajo  de la del perro y por encima de la de un ratón..." (sic)  En The New England Primer, Robert Lynd escribió: "La mayoría de la gente... odia ver a un gato que mata a un ratón. Es una batalla desigual, y el gato parece deleitarse en ella. Sin duda, hechos así deben ocurrir. Pero, si tienen que continuar, deberían, al menos, esconderse. No podemos criticar la muerte de un ratón, pero es muy desagradable ser espectadores de ella, como si participáramos en el duelo." Además, advierte Mr. Cole, la presencia de DDT en las ratas, las hace cada vez menos recomendables en la dieta felina.

En Animal Friends and Foes, Osmond P. Breland nos advierte: "En un solo día, 226 gatos bajo  rigurosa observación, mataron a 624 pájaros de diferente especie. Tres y medio  millones de pájaros, se cree, mueren de esta manera sólo en el estado de Nueva York." Mr. Cole señala, asimismo, que no se detendrá en las ridículas historias de gatos atrapados en la copa de un árbol que "indican que nuestros departamentos de bomberos pasan gran parte de su tiempo bajando gatos de un árbol."

La investigación linguística también fue desfavorable para los gatos; al menos, en lengua inglesa. Mr. Cole tuvo una "entretenida y placentera media hora" escarbando las páginas del diccionario Webster. "Fue fascinante descubrir cuántos términos peyorativos conlleva la palabra cat." Una, por supuesto, es la de "mujer despreciable"; también, la expresión popular para burdel: "a cat house". El "hombre despreciable", "the fat cat"; y el "tonto" o "engañado", "cat's paw". Incluso, se incluye el verbo to cat: vomitar, acaso por su aludida simpatía por el pasto. Un "gato de nueve uñas" es un objeto no deseado, y una persona "cat witted" se define como mentalmente parecida a un gato, incapaz de ser enseñada, despreciable y presumida. "Seguramente", concluye el inquieto Mr. Cole, "ningún animal ha inspirado una colección tan molesta de expresiones denigrantes".

La rigurosa inquisición de Mr. Cole contra la ubicua bête noir termina con un programa alentador contra estos "parásitos", "depredadores de pájaros", "furtivos sibaritas"; y una preciosa lista de consejos prácticos para los ailurofobos. Dado el supuesto básico de no tener un gato en la casa, es inevitable, sin embargo, toparse con ellos.Se deben seguir, entonces, las siguientes reglas:

 

1) Ignóralos. Nunca los acaricies (ni siquiera a los gatitos). Quitalos de encima cuando salten hacia ti.

2) Corre rumores acerca de ellos. Atropéllalos cuando puedas. Si tienes una mente literaria, escribe horribles historias que empiecen : "Había una vez un gato..." o "Un gato que yo tenía..."

3) Cuando te gruñan, tú también grúñeles a ellos.

4) Cuando visites el departamento de alguien con un gato, deja la puerta semiabierta, en forma desapercibida.

5) Chifla en su presencia. Molesta su ecuanimidad.

6) Haz sonidos fuertes, inesperados. Los odian. La imitación de un ladrido da excelentes resultados. O un chillido penetrante. Se recomieda, en particular, dejar caer un pesado diccionario.

7) Derrámales líquidos en forma accidental.

8) Cada vez que entres en un departamento con un gato, di: ¡Ufff, que olor tan molesto. Algo huele muuuy raro aquí!

9) Si tienes que levantar un gato, hazlo por el pelaje de la nuca. Lo odian.

10) Apoya a quienes los alimentan con leche. Es malo para su salud.

11) Paséate con un perro por las exposiciones de gatos.

12) Inicia una sucursal de la "Sociedad Ailurofóbica" en tu vecindario.

 

Aún es tiempo: ¡AILUROFOBOS DEL MUNDO, UNIOS!

 

*     *     *

ANTOLOGÍA DE AILUROFOBOS

 

SE BUSCA --¿Alguien podría prestarme dos ratas de seis kilos?

 --Necesito limpiar mi casa de gatos.

Shel Silverstein

 

La gente de escasa personalidad estima a los gatos. Esa gente adora ser ignorada.

Henry Morgan

 

EL VERDADERO AILUROFOBO:

Algunas personas, al ver a un gato, experimentan miedo, terror, asco. Se pueden añadir sensaciones de escalofrío, espanto, debilidad, parálisis de las quijadas o, como en un caso, imposibilidad de cerrar la boca, rigidez de los brazos, palidez, náusea, raras veces vómito, convulsiones histéricas pronunciadas, e incluso ceguera temporal.

S. Weir Mitchel, M.D.

 

La gente ignorante piensa que lo que molesta es el ruido que hacen los gatos al pelearse, pero no es así; es la repugnante gramática que usan.

Mark Twain

 

Oh, he intentado con cuchillo y trasquiladora,
Guadaña, espada, y un bat de beisbol;
Con martillo, hacha, tijeras, podadora,
Rasuradora eléctrica, cinceles, lanzas,
Y puedo decirles esto, amigos,
Sólo hay un modo de matar a un gato.

Shel Silverstein

 

El problema con un "gatito" es que con el tiempo se convierte en un "gato".

Ogden Nash

 

Si es atacado, se convierte en una viva imagen de furia, mordiendo y rasguñando con las cuatro patas a una velocidad increíble. Dicha conducta es fácil de estimular en un gato con cualquier trato áspero, como lo confiman los veterinarios cada vez que tratan de darles una píldora o inyectarlos.

John Paul Scott, Conducta animal, 1958

 

[...] en la época de apareamiento, son salvajes y feroces, especialmente los machos, quienes, en esos momentos (excepto cuando están operados), no se quedan en casa; y en ese tiempo tienen una voz fúnebre. Su modo de copular es el siguiente: la hembra se inclina y el macho se monta sobre ella; y la hembra está tan deseosa de procrear que provoca al macho y, si éste no sucumbe ante sus deseos, lo golpea y lo araña; pero es solamente por amor a la procreación y no por lujuria. El macho es más libidinoso y, viendo que la hembra no se apareará de nuevo mientras amamante a los recién nacidos, los mata y se los come si se los encuentra (para provocar a la hembra a copular de nuevo con él ya que, una vez privada de los pequeños, vuelve a buscar un macho), por lo que la hembra con mucha cautela los esconde de su vista.

Edward Topsell,  Historia de las bestias de cuatro patas, (1607)

 

Los búhos son mejores para exterminar a los ratones que el acostumbrado gato doméstico. Una vez, un hombre tuvo un sótano severamente infestado de ratones; y se procuró varios gatos para ahuyentar la peste del local. Cada mañana, cuando la puerta del sótano se abría, los gatos salían corriendo y aterrorizados. Como los gatos parecían ser aventajados en número, no hubo ninguna reducción en la población de ratas. Por casualidad, el hombre consiguió un búho y lo colocó en el sótano. La siguiente mañana, fueron encontradas nueve ratas, parcialmente destazadas y, por varias semanas, una o más ratas se encontraban cada mañana. El búho literalmente las exterminó; las ratas escacearon tanto que el hombre tuvo que alimentar al búho con carne cruda para prevenir su inanición. ¿Con carne de gato? Este detalle no quedó registrado.

Osmond P. Breland, Animales amigos y enemigos

 

La Enciclopedia Francesa, en el artículo chant, narra en forma breve una extravagante procesión que se vio en Bruselas en 1549. Parte del espectáculo consistía en un carro en el que un oso tocaba un órgano. En vez de pipas, este instrumento contenía una colección de gatos, cada uno confinado en forma separada en un estrecho compatimento, para que no pudiera moverse, pero su cola estaba sujetada hacia arriba y atada de tal manera que, cuando el oso tocaba las teclas, jalaba la cola del compartimento que correspondía, y producía los más melifluos maullidos y chillidos, en clave de DO suponemos, soprano, mezzosoprano y contralto; el mismo organista, quizás, invitado por la misma maquinaria, profería los acompañamientos del bajo.

"The Percy Anecdotes", 1823

 

DETALLES DE MERCANCÍA: el pelo del gato casero se usa principalmente para el arreglo de abrigos de tela, para bufandas de niño, y para cobertores de pies y manos. El comercio de pieles consume sólo una cantidad nominal de estas pieles anualmente, y es un error creer, como alguna gente afirma, que, cualquier piel que se ve en los alrededores, es un "gatito".

Max Bachrach, Piel: un tratado práctico

 

UNA SUGERENCIA:

Los que quieran mantener a sus gatos dentro de casa y lejos de cazar pájaritos, deben cortarles las orejas, porque no soportan que las gotas de lluvia destilen en sus oídos y, por lo tanto, se mantiene bajo techo.

Edward Topsell, Historia de las bestias de cuatro patas (1607)

 

Gato: cuadrúpedo carnívoro alimentado en casa y (a saber) nunca consumido en las Islas Británicas. Pero su carne ha sido descrita por ingleses que la han probado como "de muy buen sabor". Lebouchère, quien comió gatos durante el sitio de París de 1870, escribió que la carne de gato era "algo entre la de conejo y ardilla con un sabor propio. Es deliciosa. No ahogue a sus gatitos, cómaselos".

Andre L. Simon. Breve Enciclopedia de la Gastronomía

 

Un conocido mío de Nueva Zelanda reporta que tuvo un gato que cebaba su aliento com queso --entre más oloroso mejor-- y después exhalaba hacia la ratonera, llamando de manera irresistible  a sus víctimas hacia una larga y penosa muerte.

Gardner E. Lewis, ¿Gatos?

 

Él toma de sus dueños (¡qué absurda palabra!) todo lo que sea posible arrancarle; a cambio, no da nada.

Alan Devoe, "El gato, nuestro enemigo"

 

No me gustan los gatos;
no sé por qué, quizás porque
es vicioso, rudo, cruel, malagradecido,
oloroso, traicionero, y odioso.
Arrogante, estúpido, espectral,
completamente aburrido, pesado, y deprimente,
taimado, frío e improductivo,
inconveniente y destructivo--
Pero más bien, tengo el presentimiento
(no sé por qué)
que en verdad no me gustan los gatos.                         

William Cole

 

 

 


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05/20/2002
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