Yo no sé qué hago en Twitter, la mayoría de mis amigos están en otras partes y la superficialidad de esa plataforma en algunos casos exaspera. Es como querer comer en público en el medio de la calle para que los que pasan vean cómo te morfas la pizza con el moscato y la faina. Yo sé, soy un cuadrado, no entiendo estas poses. Pero para ser práctico, no creo que a mí Twitter y todos estos hypes me termine de funcionar. Para colmo, pasó algo hoy que me hizo pensar y que lo comparto con intención catártica aquí, porque estoy buscando la forma de liberarlo. Hace algún tiempo se está experimentando con MOOCs y la mayoría de las principales figuras de este mundo están en Twitter. La idea de apertura de la educación es muy buena, pero hay gente que está en este campo por la fama o el dinero. No todos, pero hay “algunos cuentos”. También hay gente buena. De ahí que me sumé a esa tribu para poder conectarme ya que Twitter parece ser la plataforma elegida. Lamentablemente, el tema no terminó siendo tan fácil. Hay que esperar mucho a ver si te responden o ver si alguno te sigue, o te conversa o te da bola o lo que sea. Muchos están ahí como perritos falderos viendo como un grupo crema se come la pizza. Hasta tal punto llega esto que muchos imitan el acto de comer pizza para ver si se les permite sentarse a la mesa de los dignos. No es exclusivo esto con las tribus de coordinadores de MOOCs, es una pose de la tribu twitera, muy Silicon Valley y que tiene tanto que ver con la generación de la “postura”, la pose, mira mi nuevo Android, y el late twitteando, etc. Neo modernismo, posmodernismo, neoliberalismo, lo que sea. Se lo dejo esto a Jameson o García Canclini para que lo expliquen.
Yo no sirvo para esto. Yo no estoy dispuesto a lidiar con esas fuerzas o intenciones de glorias típicas de estas latitudes nórdicas. El ir a conferencias carísimas a ver si alguno te habla, o alguno se digna a compartirte algo. Hay excepciones a esta postura, por ejemplo Moodle. Moodle te da algo gratis y libremente de enorme potencialidad y recursos. Que hagan todas las poses que quieran. Admiro mucho a Martin Dougiamas; una persona de una dignidad y generosidad enorme. Pero si te piden cualquier otro $500 para una conferencia yo no voy a hacer que el dinero de una universidad pública de la clase trabajadora pague por eso. Yo trabajo en la preparación de muchas conferencias y hacer pagar $500 es como decir: “solamente aceptamos profesores con cargo o gente de la clase media”. Ni que pensar de la gente que viene de latitudes donde ese dinero es inaccesible. No es exclusivo esto de esta tribu local ya que en la academia se ve cotidianamente en otras áreas. Para colmo, en estos círculos se juega con dineros de espacios muy poderosos, que invierten con sus grants en gente que coma la pizza como ellos quieren. Siempre me preocupó, para ejemplificar, que en estas conferencias la gran mayoría de integrantes sean hombres blancos en su mayoría anglosajones y clase media alta. No es un problema ser anglosajón o ser hombre, para nada. Pero cuando las decisiones se generan de un grupo específico, uno termina imaginando el mundo y sus necesidades desde una perspectiva exclusiva que no beneficia a la mayoría. Estoy explicando algo resabido. Pero bueno. Si yo voy a una conferencia y la gran mayoría son hombres como yo y de mi cultura, me tengo que preocupar. Tengo que decir que no.
Para colmo, los que no son parte de esta tribu, terminan imitando estas poses que refuerzan esa idea de subpertencia que los latinoamericanos conocemos muy bien. Yo decidí decirles que no. Cuando se presentó la posibilidad de trabajar con algunas fundaciones derivadas de espacios hegemónicos, yo y otros en mi grupo decidimos decirle no a las pretensiones de que hagamos las cosas de una forma que nosotros pensábamos no beneficiaba a los estudiantes de colegios populares y que no eran parte de las élites hyper-tecnológicas. Lo aprendí de Miguel Altieri. Les dijimos que no y terminamos afuera; como muchas veces Miguel terminó afuera y para mí es glorioso pertenecer a un grupo que dice no como él. Y cuando se presentó la invitación a hacer investigación en circunstancias similares también le dijimos no a la oportunidad. Quizás mi hija no va a ser rica cuando sea grande pero sería peor tener un padre que diga que sí a estas fuerzas. Yo soy pibe de barrio y no me como estas poses del imperio. Aprendí del maestro Gelman a decirles “no” como en “Ruiseñores de nuevo”. Y cuando dije que “no” el otro día en una serie de tweets a ellos no les gustó. Pero ¿qué le vamos a hacer? Para colmo, cuando uno enfrenta estas fuerzas tiene que saber que lo hace solo. La tropa del sur no sale a hacerte el aguante. Quizás, ésta sea una batalla que yo tengo conmigo mismo. Y nunca estoy seguro cuando comienza el estrago social y cuando el estrago personal. Pero a veces hay que decir que no, especialmente en el mundo de la academia.