Por Fabián Banga
En el poema “Ite, missa est”, Rubén Darío nos ejemplifica la etapa Romántica latinoamericana con sus ya ampliamente trabajados elementos propios de la cultura Victoriana. Esta cultura, si bien por un lado proponía el lugar de la mujer como exclusiva madre de la raza o de la Nación, por otro lado, fantaseaba en círculos cerrados sobre historias fantásticas que transgredían tales ideales. En este juego se usaba el erotismo como motor no solamente estético sino como juego catártico; dentro del marco contextual de una sociedad que jugaba por un lado a un puritanismo institucional, y por otro a permitir dentro de las esferas burguesas a fantasear sobre lo tan rechazado y al mismo tiempo deseado.
Para entender la imagen de esta mujer retratada por Darío, hay que ir a la novela gótica inglesa y francesa del siglo XIX. Estos trabajos literarios, que florecían en medio de una sub sociedad ilustrada aliada a un estado conservador, en donde la ciencia y la tecnología pasaban a dominar todos los aspectos económicos e intelectuales de la nueva nación. Claro que habría que aclarar que este dominio se protagonizaba en las esferas altas del estrato social mientras que las masas, ausentes a este fenómeno histórico vivían una realidad muy distinta. En estos tiempos de cambio estas esferas burguesas y de la petit-bourgeois las historias fantásticas pasaron a producirse en el refugio nostálgico de escape de esta sociedad. Dentro de estos espacios literarios, la imagen de la muerte, la sexualidad y la mujer pasaron a tener un papel protagónico.
Se deleitaban no solamente en el intento de control de la imagen de la muerte y de la mujer sino en el placer que les daba la amenaza de estar cerca de semejante fuerza. Por ejemplo, en estos tiempos victorianos, la imagen de una mujer fuerte, una imagen feminista, era vista como una amenaza a la misión maternal de la mujer. En términos literarios esto lo podemos ver en la imagen de la “femme fatale”, que en muchos casos era una vampira que llegaba desde la tumba con una mezcla de peligro y erotismo a transgredir el dominio patriarcal y eclesiástico de la época. La cercanía que ha tenido el vampirismo con el tema de la mujer no es nueva. Por ejemplo la novela antecesora de Drácula (1897) de Bram Stoker, es Carmilla (1872) de Joseph Sherdan Le Fanu, en la que la protagonista es una vampira que en este caso tiene preferencia por chupar la sangre a personas de su mismo sexo.
Pero si vamos a aun antes de estos momentos en los que el vampirismo aparece en la novela, notamos que antes, aparece esta imagen en la poesía. En el siglo XVII hay ejemplos como en “Lenore” de Gottfried August Burger (1773) y “The Bride of Corinth” de Johann von Goethe (1797) en donde una joven muchacha o muchacho llegan desde la tumba para intercambiar placer sexual por un final fatal. Estas ideas terminarán luego en la prosa en historias como “La morte amoureuse” (1857) del francés Theophile Gautier’s que es la historia del amor prohibido entre un cura y una vampira. Si vemos la tapa y los dibujos representativos de la época que hablan del libro, vemos espacios cargados de cementerios y muerte, y la mujer, semidesnuda y profundamente blanca, como constante seductora del cura quien por sus deseos incontenibles, se condena eternamente. Esto se combina con otras imágenes clásicas como podrían ser la imagen sheskperiana de Ophelia, quien es sepultada virgen, creando toda una imagen necro-erótica tan presente en las lecturas victorianas inglesas. Es decir que estos elementos eróticos, se construyen en espacios de tensión entre la religión y el sacrilegio, la imagen de la madre patriótica y la mujer erotizada.
Es, en resumen, muerte, fin, pulsión de muerte como espacio catártico y de alivio en torno a una nostalgia hacia el dolor, de alguna forma, y teniendo al poder femenino dominando y al mismo tiempo erotizando. Algo que, sin lugar a dudas, podemos encontrar aun hoy en nuestra sociedad. Yo lo vi muy claramente no hace mucho en el jueguito televisivo de los petit-machos de los que tenemos todavía resabios en nuestra sociedad moderna. Pensaba que las verborragias de tipos como Grondona, Biolcatti, la sociedad rural, relamiéndose en el juego de una imposible vuelta dictatorial a la Argentina frente a una mujer, que te guste o no, está en un espacio de claro poder, y lista para el spanking. Imagino que hay un goce de parte de ellos en este intento de dominio de la presidenta. Camisas abiertas con pelo en pecho, Rolex de medio kilo y aurea de ganado remarcan por detrás una necesidad de sobre masculinización que inclusive ya fue recontra laburada por el movimiento gay norteamericano. Es decir, el aire de cancherito “vos crees?” del breve lecture de Harvard reflota un deseo y atracción excesiva por el peronismo. Tienen que coquetear con el toro porque de última su cercanía con semejante poder (citando a Gieco) les hace sentir quizás un poco más vivos. Pero bueno, paro acá porque sino…