Por Fabián Banga
Si hoy en día se le preguntara a un grupo de personas quién era Nikola Tesla no sorprendería que la mayoría de las respuestas fueran de absoluto desconocimiento. De la misma forma, la respuesta sería absolutamente contraria si la pregunta fuera sobre Guillermo Marconi o Thomas Edison. No quita este desconocimiento que Tesla haya aportado menos a temas como la transmisión de ondas inalámbrica o el uso de la electricidad tal cual la conocemos hoy en día. Este desconocimiento de uno de los inventores y pensadores más importantes del siglo XX, no es injustificado ya que ni siquiera el diccionario Larousse Ilustrado acierta en su correcta fecha de nacimiento, proponiendo que fue en 1856.
Tesla nació en Smiljan, Lika (región ubicada en lo que hoy se conoce como Croacia cerca del límite con Bosnia) en el año 1857 y emigró a los Estados Unidos en 1884. Era de origen serbio, y de una familia antigua de lo que en aquellos tiempos era el imperio Austro-Húngaro. Desde muy joven tuvo un prematuro interés por el estudio de la física y una compulsiva tendencia a todo lo que sea invenciones de aparatos relacionados con la transmisión de energía. Por ejemplo, Tesla es el inventor de lo que hoy en día se conoce como el control remoto. Más aún, el inventor del sistema de corriente eléctrica alternada, que hizo del sistema de corriente continua, inventado por Edison a fines del siglo XIX, prácticamente obsoleto en su tiempo (Tesla, p. 7.) Dentro de sus grandes logros se encuentra el estar involucrado en la construcción de la planta de energía hidroeléctrica en las cataratas del Niágara. Otro proyecto poco conocido, fue en Colorado y estaba relacionado con la transmisión de energía por un sistema inalámbrico, conocido en ingles como “The World System”. Para muchos, las ideas verdaderamente radicales de Tesla lo llevaron a convertirse en un personaje excéntrico y hasta más cercano al mundo del esoterismo que al de la ciencia canónica. Temas como la lectura de los pensamientos por medio de máquinas o estudios de campos electromagnéticos relacionados con el cuerpo, llevaron a crear mitos que en su mayoría son pocos acertados. Según Ben Johnston (en la autobiografía de Tesla My Inventions) poco ayudó la primera bibliografía editada por John O’Neill en 1944, Prodigal Genius, ya que en algunos momentos, malinterpreta anécdotas dando a entender que Tesla creía en la telepatía. Lo que sí está claro es que Tesla era un científico rigurosamente comprometido con la investigación empírica pero que al mismo tiempo no se privaba de tener una visión abierta y revolucionaria de ciertas concepciones absolutamente nuevas para su época.
Tesla llegó a influenciar mucho a escritores como Roberto Arlt, quien le nombra en novelas como Los Siete Locos o El Juguete Rabioso. Lo interesante de Tesla es que inaugura una corriente de pensamiento típica de principios de siglo XX, que proponía una objetivización de temas que por su cercanía a ideas espiritualistas, eran inmediatamente rechazadas por las corrientes positivistas del siglo XX. Un ejemplo de las radicales ideas de Tesla era que no solamente cada individuo es un autómata (es decir, una máquina que responde a las reglas de la física) sino que toda la humanidad en su conjunto responde a estas reglas como si fuera un gran network. La idea de entrar en espacios de la metafísica con herramientas de análisis del campo de la física, no terminó siendo en sí un tipo de invasión materialista del campo filosófico espiritual; muy por el contrario, esta acción dio lugar a la creación de un espacio absolutamente nuevo que generó una visualización y un imaginario de la realidad completamente distinto. Esto tuvo su influencia muy directamente en el campo de las artes, como se puede ver en los movimientos de vanguardia de los años 20’s.
También hay que tener en cuenta que en el contexto de su tiempo muchos de los experimentos de Tesla producían el efecto de un fenómeno mágico, sobre todo los relacionados con las transmisiones de ondas o energía inalámbrica. Esto contribuyó en su momento al mito de que Tesla tenía poderes especiales, en lugar de comprender la gran inteligencia del físico croata. Dirá el mismo Tesla: “Recuerdo que el experimento fue hecho en Saint Luis. Había en el salón entre 6.000 y 7.000 personas. Cuando expliqué […] al público que la bombita se prendaría, hubo una estampida en las dos galerías superiores y todos salieron corriendo. Pensaron que era cosa de brujería y salieron disparando. Esa era la forma en que mis experimentos eran recibidos” (Cheney and Uth, p. 42-43. Traducción personal al español.)
Muchas de las ideas de Tesla no eran compatibles directamente con los pensamientos de los industriales de su tiempo que estaban directamente ligados proyectos redituables. Por ejemplo, Tesla pensaba en un generador de electricidad que trasmita energía de una forma inalámbrica e indiscriminada a todos los puntos de la tierra. Esto, según el físico, traería progreso y libertad tecnológica al planeta en su totalidad. Tales planes no deberían ser muy bien vistos por los titiriteros del mercado ya que no sería idea compatible con un proyecto provechoso a los productores de energía. Pero Tesla no era un buen comerciante, y como se comenta en muchas de sus biografías, era un hombre que no se sentía muy cómodo con el dinero.
Fuentes:
Cheney, Margaret. Tesla, man out of time. New York: Touchstone, 2001;
Cheney, Margaret and Robert Uth. Tesla, master of Lightning. New York: Metro Books, 2001;
Martin, Thomas Commerford. The inventions researches and writings of Nikola Tesla. New York: Barnes And Noble, 1995;
Tesla, Nikola. My inventions. New York: Barnes And Noble, 1995