Michael Hardt y Antonio Negri, en su tan popular libro Empire, introducen una idea importante a la hora de entender la nueva realidad mundial. “Ni los Estados Unidos, ni ninguna nación-estado hoy en día, puede constituirse como centro de un proyecto imperial”(*) (traducción personal)
Por Fabián Banga
Para Hardt y Negri, el uso de la palabra “imperio”, en su libro, no puede ni siquiera ser utilizada como una metáfora, ya que extraviadamente nos conduciría a ser utilizada en comparación con imperios como el español, inglés o portugués. Para estos dos escritores, la palabra imperio, en el contexto que es usada en su libro, funciona como concepto y no como referencia. Por ejemplo, para ellos la hegemonía del nuevo concepto de imperio no tiene límites. Éste es visualizado como una totalidad, no puede ser encasillado en límites territoriales y temporales. Es decir, suspende las barreras temporales de la historia y se plasma en un horizonte eterno. Tal concepto no puede ser encasillado en una nación solamente. Sí puede poner a ciertas naciones o regiones en estado de privilegio; pero el concepto del siglo XIX que proponía al imperio inglés como la totalización de una cultura y una nación por sobre otras, no puede ser aplicado a este nuevo fenómeno mundial.
Es importante prestar atención a estas nuevas ideas que conjeturan el nuevo orden mundial porque nos ayudan a entender las falencias y peligros de proyectos hegemónicos actuales. Por ejemplo, esto nos lleva a entender el evidente desastre que está sufriendo la administración de Bush al querer imponerse militarmente sobre el territorio Iraquí. Bush está aplicando una doctrina imperial del siglo XIX a un espacio moderno que no reconoce de tales reglas. Las imposiciones militares no tienen resultados hoy en día por muchas razones. Cuando en el siglo XIX una nación imperial decidía invadir un territorio, contaba por un lado con el aislamiento de tecnología y recursos propios del desconectado siglo XIX. Por otro lado, hoy en día si bien uno puede encontrar ciertas comodidades y recursos tecnológicos evidentes en algunas regiones del planeta, estas regiones no tienen una exclusividad que relacione esta región con una nación en particular. En otras palabras, uno puede encontrar focos de pobreza, desempleo, marginación cultural, falta de esperanza en Tucumán, como así también en regiones como Oklahoma en Estados Unidos o Sao Pablo en Brasil. Por otro lado, los centros privilegiados que tienen acceso a los beneficios de la nueva globalización y esplendor tecnológico, pueden estar tanto en regiones pudientes de Sao Pablo, Oklahoma City o Tucumán. Un teléfono o disco satelital funciona tan bien hoy en San Francisco como en Calcuta. Y con esa conexión al network mundial, se genera la unión al centro de poder. Desde estas perspectivas hay que analizar el problema mundial moderno, y no desde ideologías que fueron muy útiles en un momento, y no tanto hoy en día.
El problema que existe actualmente en la Argentina es que estos mecanismos de poder, en mi opinión, funcionan actualizados al minuto. Pero no queda tan claro si es que los mecanismos de resistencia están a la misma altura de las circunstancias. Luego del colapso de la economía nacional, muchos pensaron que desde tal circunstancia se podría genera algo nuevo, una nueva forma de resistencia, y una nueva forma de organización. No queda aún muy claro si tal realidad es posible. La administración de Kirchner produce en algunos aspectos muchas esperanzas. Pero la contrariedad es que estas soluciones, son soluciones a problemas de una época anterior; tal es el ejemplo de la corrupción. Más aún, la solución está generada desde un espacio institucional, y no desde una democracia inmediata. El monopolio del poder desde el gobierno, es decir la acumulación de poder político, puede llegar a ser muy productivo si la gente coordina con los objetivos del gobierno, pero no es una solución a largo plazo. Este es el verdadero riesgo que corre el país. Más aún no se están generando las posibilidades para que esto cambie. Si bien existen algunos escasos espacios independientes en el ámbito nacional, las provincias aún cuentan con cacicazgos partidistas típicos del siglo XIX, que controlan grandes aspectos de la sociedad y cultura local. Muchos diarios locales no dudan en prescindir artículos u opiniones que contradigan los ideales de los directores de tales espacios.
La acumulación de poder no solamente desde la política sino desde los medios de comunicación, es algo que no es exclusivo de la Argentina. Por ejemplo en Estados Unidos, la cadena Fox es evidente que responde a fuerzas conservadoras. De ahí que corriera el rumor que el ex-candidato Al Gore estaba intentando comprar un canal de cable para contrarrestar este tipo de fuerza republicana, que para muchos, le costó las elecciones.
Estas nuevas reglas y dinámicas ya no son temas nacionales, sino realidades que se globalizan inevitablemente gracias a las características de este mundo interconectado. La efectividad del control de la imagen y opinión en los medios de comunicación, tiene una repercusión en el escenario político moderno al que no se le está prestando la debida atención. Dentro de este marco, existen fenómenos alentadores y desesperantes. Algunos de ellos, incluyen los dos atributos en el mismo fenómeno. Un ejemplo de esto es el panorama político en California. La última elección que consagró al “terminator” como gobernador tiene sus aspectos nefastos y también alentadores. Por un lado, muestra lo desesperante de elegir a una persona incapaz de dirigir a la quinta economía del mundo, sustentando a la elección el poderío y control de los medios de comunicación a los cuales Schwarzenegger tuvo holgado accesos. Por otro lado, muestra que la gente no puede ser gobernada por los partidos políticos. Esta última realidad aún hoy en día pareciera que en la Argentina es una materia pendiente.
(*) Hardt, Michael y Antonio Negri, Empire, Cambridge, Massachusetts, Harvard University Press, 2001, p. xiii-xiv