por Fabián Banga
La globalización está aquí para quedarse. Quizás sería mejor re-formular: la globalización ya estaba aquí y se continua quedando. Globalización no implica neoliberalismo o proyectos que amenazan el medio ambiente. Pero sí, la globalización sin entes reguladores genera espacios catastróficos. Si bien el intercambio de bienes entre regiones se ha acelerado hoy en día gracias la presencia de un network económico, político y tecnológico, los problemas y beneficios que trae la globalización están presentes en nuestras regiones desde tiempos de la conquista. Es por eso que es válido recurrir a precedentes históricos para poder interpretar la crisis contemporánea.
La Argentina de los años 90’s no participó de ninguna globalización ni se entregó a una libertada de mercado productiva y disciplinada. Es más, muy poco hemos experimentado los argentinos la libertad de mercado. A lo largo de la historia, en nuestro mercado criollo, nos hemos movido entre situaciones de evidente competencia desleal y monopolios agobiantes. Por ejemplo, un concepto poco entendido en nuestras latitudes es que la libertad de mercado no puede funcionar sin ciertos parámetros o leyes impuestas por entes reguladores. Un economista que entiende esta idea perfectamente es John Kay(*). Él trabaja estos conceptos en su libro Culture and Prosperity: The Truth About Markets – Why Some Nations Are Rich but Most Remain Poor (Cultura y prosperidad: la verdad de los mercados – porque algunas naciones son ricas pero la mayoría son pobres) Kay en este libro propondrá que los mercados regionales son exitosos cuando son apoyados por instituciones que fomentan un pluralismo disciplinado. Este pluralismo solamente puede estar presente cuando existen en el mercado compañías que trabajan juntas en pro de un bien común. Sus ideas se basan en teorías como los de Adam Smith y los procesos de especialización a través de la división del trabajo. Smith propondrá que para construir una casa se necesitan varios individuos que gracias a sus particulares especializaciones podrán construir distintas partes de ésta; de tal forma terminarán todos no sólo con un bien, la casa, sino también con una parte equitativa en directa relación con su producción.
La Argentina de hoy en día se encuentra, fruto de la fiebre neoliberal de los 90, carente de mucha de estas fuerzas especializadas; y por lo que vemos, no cuenta con los mecanismos como para producirlas a corto tiempo. Más aún, el deterioro económico y educativo agrava más el horizonte. Brasil y otros países de la región sufren problemas similares. Aquí los analistas ya no hablan de países, sino del problema sudamericano. Porque el precedente de los 90 creó un mercado salvaje y desorganizado, sin instituciones que fomenten el pluralismo y la sustentabilidad de la que habla Kay. El mercado de los 90, seamos honestos, en Argentina era puro monopolio. Las compañías de telecomunicaciones tenían dividido al país en regiones en las cuales la competencia era inexistente. Un argentino pagaba más de teléfono (en dólares) que un Californiano, una realidad absurda que requería de únicamente tiempo para llegar a donde llego. Pero el mayor problema que sufrimos, y posiblemente recién ahora se está llegando a comprender, es que intentamos aplicar un programa económico que era absolutamente foráneo para nuestra realidad e idiosincrasia cultural. Kay propondrá que cada región tiene que crear un programa económico sustentable que sea coherente a su realidad cultural. Es decir, el énfasis está en la cultura y la naturaleza de un país, y no las formulas económicas. Un ejemplo de estas adaptaciones de los mercados locales es China. Por esto la Argentina tiene que tomar decisiones originalmente propias, sin miedo y con convicción, y no intentar adaptar imaginarios que poco le sirven por sus características particulares.
Volviendo al tema de las fuerzas especializada, en una sociedad contemporánea, estas fuerzas son generadas en parte desde espacios como las universidades. Esta institución tiene que estar directamente conectadas no solamente con entes gubernamentales que la sustentan, sino con entes privados y filantrópicos que están interesados en estos generadores de especialización. Kay en su trabajo, ha llegado a comprobar como gran parte de los inventos en países como los Estados Unidos, no son patrocinados por el estado, sino por filántropos que deciden donar su dinero en pro de un específico proyecto. Ejemplos similares, presentes en el campo de los servicios, se pueden ver en cadenas de televisión como PBS (Public Broadcasting Service), que son enteramente públicas y reciben gran parte de su sustento económico gracias a donaciones mínimas que miles y miles de televidentes ofrecen anualmente. Es decir, la gente envía dinero a un canal de televisión que puede ver de todas formas gratuitamente. Estos espacios culturales reciben un fuerte apoyo del estado, que descuenta impuestos a todos aquellos que donen dinero a compañías como PBS.
En tal caso, se comprueba que en un mercado libre el estado tiene que actuar como garante de la ley y el bienestar de los integrantes de la sociedad donde este mercado actuá. Lamentablemente en los 90s lo que se hizo fue supeditar los intereses del mercado por sobre el bienestar social. En una sociedad ideal, los intereses de la población se anteponen a cualquier teoría o formula económica. Pero tal contexto requiere un estado flexible y altamente informado, dinámico y dispuesto a flexibilizarse cuando sea necesario. Se necesita un estado limpio de corruptelas personales, un estado depurado y con la capacidad de auto depurarse constantemente. Un estado que combata el monopolio por ejemplo, no, como en la Argentina, que lo fomente.
(*)http://www.johnkay.com