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La mujer

Buenos días, mujeres
(En el Día Internacional de la Mujer)

Mujeres de la siembra y de la escarcha,
nuevas en la faena de levantar los días,
viejas de antiguos dolores y flagrantes heridas.
Aquéllas como calles arboladas de hijos,
éstas con las matrices secas tras múltiples hornadas,
y las holladas en el cuerpo y en el alma.
A todas, a todas, agito mi saludo
como un pañuelo blanco, y digo
Buenos días, mujeres,
buenos días hermanas.

Las que en la madrugada desperezan el sueño
y las que recién encauzan sus cansadas vigilias,
las que trabajan a deshora y en las horas del día,
las que cuidan enfermos, las que curan dolores,
las que van al mercado, las que cavan los surcos,
las que muelen el grano,
las que lavan los patios,
las que zurcen y tejen,
las que amamantan niños y veranos.
Las que pasean dichas ajenas,
las que enseñan,
las que tienen familia y las que ni tienen cama,
las que están encinta y las que dan a luz
partes de sí mismas.
A todas, a todas, agito mi saludo
como un pañuelo blanco y digo
Buenos días, mujeres,
buenos días, hermanas.

A las que se sacrificaron por habitar los sueños,
a las que no quisieron, a las que pernoctaron
las vigilias del hombre,
a las que se quedaron a velar a los muertos
después de la victoria, después de la derrota,
a las que no quisieron partir,
a las que dieron todo y se olvidaron de sí.
A las desposeídas y a las que maduraron,
a las que en los hogares respiran vapores agrios,
a las que esperan siempre
el milagro de un beso, de una amiga, de un niño,
a las eternas apasionadas de las vastas hazañas,
a las inspiradoras, a las viudas de recuerdos y desposadas de ensueños,
a las que no se resignan, a las que quieren su parte
en la aventura de los navegantes.
A las altivas mujeres de hoy
que son enteras como la tierra
que guarda en su seno la simiente.

A todas, a todas,
flameo mi saludo como una bandera y digo
¡Buenos días mujeres, buenos días al mundo!

F.W. Incluido en Color de siete días, libro inédito.

 

Historia de una carta y epílogo de una vida

Nota: En junio de 1989, una joven de 21 años embarazada producto de una violación recurrió a la justicia amparándose en el Artículo 86 del Código Penal, Inciso 2, que autoriza el aborto en esa circunstancia. En un fallo sin precedentes, el entonces juez Remigio González Moreno denegó el recurso argumentando “la inconstitucionalidad” de dicho artículo. El 18 de julio, el diario La Nación publicó una carta de lectores con 105 firmas que felicitaban al citado juez por haber asumido “la defensa de la criatura por nacer”. A raíz de ello, Fina Warschaver envió al matutino una carta en la que defendía el derecho de la joven a abortar. En el borrador inicial, escribía:

“La muchacha que con tanta valentía ha querido protestar abiertamente contra la ignominia de la violación merece nuestra admiración porque ha puesto su caso en el plano del derecho, de su derecho a ser persona y no una incubadora”. Y añadía: “Esa muchacha no ha querido recurrir a un aborto clandestino porque la asiste el derecho de interrumpir un embarazo producto de la violencia.”

La carta fue escrita y enviada el 24 de julio de 1989.  Fina Warschaver falleció el 29 de julio, cinco días más tarde.  Recién a los dos meses, el 23 de septiembre, salió publicada.  Ese mismo día, una señora modestamente vestida tocó el timbre de la casa de Fina, en el barrio de Belgrano. Sin conocerla, venía a felicitarla y, por supuesto, se retiró sumamente confundida.

En las siguientes semanas, desde distintos puntos del país, intelectuales, feministas, profesionales intentaron comunicarse por carta o por teléfono con idéntico propósito. Fragmentos de su carta se leyeron y se comentaron por radio y televisión y la dirigente feminista María Elena Oddone le dedicó un extenso artículo, publicado en El Informador Público, que concluía con estas palabras: “Gracias, Fina, por todo”. “Muchas gracias por su excepcional carta”, le escribió otra conocida militante feminista, María del Carmen Brión.

El destino de su autora, su fallecimiento inesperado, convirtió a esta carta - su último texto- en casi un Testamento en favor del derecho de la mujer a disponer de su cuerpo. En otro párrafo del borrador, señalaba: “Mucho queda por decir acerca de la situación de la mujer en este siglo que termina y en el que queda tanto por cambiar; sobre las iniquidades pasadas y presentes que caen con una persistencia agobiadora.”

 

Carta de Lectores – Mujer Violada (F.W.)

Señor Director:

Agradezco la publicación de unas cuantas ideas en respuesta a una Carta de lectores aparecida el 18.7.89 sobre el pedido de aborto de una joven violada.

He tenido hijos y he escrito libros.  Sé, pues, lo que es procrear y crear. Crear y procrear, en el hombre, son obra del pensamiento y del sentimiento.  A diferencia de los animales, en los que son obra del instinto. Esa diferencia capital define lo que es legítimo de lo que no lo es en los seres humanos.  El sexo mismo tiene un sentido distinto en una especie y en la otra.   En los humanos existe un incentivo que llamamos amor.  Ese acto en el animal es el estado de celo, un despertar de los sentidos y nada más.  Nadie puede justificar un acto de violación que nos retrotrae a la animalidad.  El hombre es superior por sus sentimientos y por la razón.

Por lo tanto avalar el crimen de la violación de una mujer -y la violación es uno de los mayores crímenes- y querer imponerle la consecuencia “no querida” de la gestación, producto de un acto de violencia irracional y no del mutuo amor, es aceptar ambas cosas: el crimen y el estado de animalidad.  No es la procreación la que justifica el amor sino el amor lo que justifica la procreación.

En el asunto de la muchacha violada, que ha tenido la valentía de repudiar la violencia ejercida sobre ella y defender su derecho a interrumpir la gestación, han intervenido un juez y un abogado que dicen defender el derecho a la vida del embrión.  Cuánto más válido sería que defendieran ese derecho en los jóvenes en la plenitud de la vida que son aniquilados por guerras, por la miseria y demás plagas de una sociedad injusta.

Y me pregunto ¿es posible apoyar un delito presente -el de la violación- en nombre de un derecho hipotético, el de un injerto que no es su hijo?

Soy individualista, y lo soy porque amo la humanidad que está construida por individuos.  Se ha legislado sobre el derecho inviolable de la propiedad.  Pues bien, he escrito “Mi cuerpo es mi casa”. Y es mi propiedad.

Y si la legislación declara sin culpa al que mata al ladrón que entra en casa ajena, yo declaro que esa muchacha está exenta de culpa si interrumpe su embarazo “no querido”, producto del delito de violación. Una mujer es una persona, no es una incubadora.

F.W. La Nación, el 23 de septiembre de 1989.

 

Fragmentos de las cartas enviadas a F.W.
(En respuesta a la carta a
La Nación)

“Querida Fina:  El 23 de septiembre vi una carta en La Nación que me sorprendió por su valentía, su sinceridad, su manera de encarar el tema -el aborto voluntario- con toda la dignidad y la cordura que corresponde.  Es una carta magnífica y la suscribo enteramente, en todos sus puntos. Me alegró también porque ha sido la manera de tener tu dirección. Han pasado muchos años y he pensado en vos con frecuencia. (...)  Un abrazo de tu amiga de siempre, Estela”.  Estela Canto, 24.9.89.

“Sra. Fina Warschaver:  Acabo de leer su carta de hoy en la sección ‘Cartas de lectores’ del diario La Nación.  Me apresuro a enviarle estas líneas.  Quiero felicitarla, estoy en todo de acuerdo con lo que dice; yo me indignaba precisamente con ese juez y el abogado que no solo avalaban el crimen sino que condenaban a una inocente víctima, la mujer vilmente atropellada, a tener que convertirse en madre de un hijo no deseado.  No tienen esos señores, actuando en nombre de la justicia, ningún derecho a justificar ese crimen (no puedo calificarlo de otra manera) y no solo justificar sino obligar a la víctima a que lleve por toda su existencia una atadura que puede ser una tortura permanente. (...)  Señora Fina, me alegró mucho que hayan publicado su carta.  Muchísimas personas pensamos lo mismo.  Soy católica y también madre y abuela, pero aunque un sacerdote me quiera convencer de que la opinión ‘jurídica’ estuvo bien, no lo compartiré”.  Delfina Bunge, 23.9.89.

“Estimada señora: Su carta de lectores ‘Mujer violada’ me ha conmovido profundamente. La felicito por su claridad de mente, su libertad de espíritu y su valentía. Reciba un cordial y emocionado saludo”.  Florencio Escardó (hijo), 23.9.89.

“Habiendo leído sus apreciaciones en el diario La Nación acerca de la ‘Mujer violada’ me sentía profundamente consubstanciado con ellas, pues tanto desde el punto de vista psicológico, como ético y jurídico son ideas que poseo firmemente consolidadas acerca del derecho absoluto que tiene una mujer de abortar en circunstancias como las relatadas, e incluso en otras de índole semejante. Pero usted ha expresado estas líneas y sus fundamentos en una síntesis muy valiosa y con claridad expositiva envidiable, razón por la cual deseo, en primer lugar, hacerle llegar mis felicitaciones”.  Miguel A. Daber, Rosario, 25.9.89.

“He leído su nota ‘Mujer violada’ en Carta de Lectores de La Nación y me ha conmovido, motivando estas breves líneas de felicitación y apoyo.  El sólido, levantado y estimulante contenido de ese alegato reivindicando el derecho de la mujer a decidir, en todos los casos, acerca de su derecho a disponer de su cuerpo, frente a una sociedad hipócrita e inmoral. (...)  Reiterando mi apoyo y respaldo pleno a sus conceptos y su valentía, le saluda.” Enrique Palazzo,  5.10.89, “Ateneo Florentino Ameghino”.


 

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01/21/2004
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ISSN 1668-1002 / info


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