LA FEMINEIDAD
QUE SE OCULTA Y SE REVELA EN LOS CUENTOS DE María Luisa de Luján
Campos
por Norma V. Ferrari
La
casa de las muñecas y María Lurán de
El miedo contra la pared
La cajita de mariposas, Los vestiditos y Las pestañas
de Cómplices de extraños juegos
Martita Stutz de La libertad es cuestión de media hora
Datos
sobre la autora de estos relatos:
María
Luisa de Luján Campos es argentina. Licenciada y profesora
en Letras, tiene treinta títulos publicados de los cuales la
mitad corresponde a producción literaria. Se ha dedicado a
la narrativa, en sus especies cuento y novela, tanto para adultos
como para niños. También tiene obra didáctica
y ensayística y ha recibido premios del Fondo Nacional de las
Artes y de diversas universidades por su obra . Actualmente integra
la Comisión Directiva del C.E.N. (Centro de Estudios de Narratología).
LA
FEMINEIDAD SE OCULTA EN LA INFANCIA
La
obra literaria de María Luisa de Luján Campos, en su mayoría
colecciones de cuentos, remite casi inexorablemente al mundo infantil.
Algunos de sus títulos, significativos, son: Cómplices
de extraños juegos, Las casas compartidas, El miedo contra la
pared. De estos libros y de La libertad es cuestión
de media hora he seleccionado seis cuentos para recorrer junto a
esas niñas o mujeres-niñas aquella etapa de la vida..Estos
personajes habrán de llevarnos al reconocimiento de la femineidad
que estas mujeres creen poder ocultar. Si recordamos que la diferenciación
sexo/género permite separar lo que pertenece al mundo de la naturaleza
de lo del mundo del discurso, es decir, del mundo de la cultura, cabrá
preguntarnos cómo arma esta narradora su discurso para construir
la femineidad de estas niñas y mujeres-niñas que parecen
habitar un reino en el que son acompañadas desde muy lejos por
algún hombre.
¿Cómo
imaginan estas niñas ser mujer, cómo se inmaginan mujer
estas mujeres-niñas?
La
construcción de lo femenino se lleva a cabo a partir de algunos
tópicos (semas) como: la crueldad, el conflicto deseo-placer,
el cuerpo, el miedo.
La
crueldad encabeza la lista, ya que pareciera ser el hilo que
atraviesa estos relatos y en relación con ella aparecen los otros
temas citados.
En
Martita Stutz las dos niñas amigas destruyen una foto
de esa niña mítica anticipando (para el relato) o remedando
(para la historia) el final de su vida.
En
María Lurán la protagonista descarga al final toda
su crueldad sobre la niña-muñeca y dice: "...le arrancaré
el vestido de organza y el moño de seda hasta dejarla desnuda,
y después pellizcaré y pellizcaré el trapito de
su cuerpo para que el aserrín que la rellena se vuele por los
aires.", estrategia por la cual la autora textual devela que se
trataba de una muñeca y no de una niña.
Pero
esa crueldad, al comienzo del cuento, era atribuida por la protagonista
al mundo de los adultos: "La gente grande [...] es más perversa
que un tigre..." y "No sé qué le harán
ahora", frase que se repite tres veces, cuando en realidad es ella
la que al final premedita una acción perversa. También
describe como crueles a las muñecas. Sin embargo ese desplazamiento
de los impulsos agresivos cesará hacia el desenlace, cuando ella
se haga cargo de los mismos, lo que estaría in- dicando un pasaje
a otra etapa de maduración. Quizás "se murió"
una etapa cuando ella reconoce que "...la otra muñeca, la
María Lurán, acaba de morirse..." al igual que el
relato que llega a su fin. El asumir la crueldad como algo suyo y no
ajeno, el reconocer a María Lurán como muñeca ,
es decir, la deshumanización del objeto, estaría marcando
un abandono del pensamiento mágico y la aceptación del
principio de realidad. Esto se repite en el plano del texto cuyo título
remite al nombre de una persona y se cierra señalando claramente
ese desplazamiento al hacer referencia a una muñeca bajo el mismo
nombre. Aunque el animismo no desaparece del todo, por ahora, ya que
se dice que la muñeca "acaba de morirse".
En
Los vestiditos, Dorita, una mujer, único personaje humano
, descarga toda su furia contra los muñecos que arma. Aquí
la crueldad parece estar al servicio de la represión de los deseos.
Castiga a sus muñecos comiendo y bebiendo delante de ellos "con
fruición","les gritará insultos que estremecerán
a la madre", lo hará "con el mayor placer del mundo",
y una actitud de sadomasoquismo se hará presente ya que "Ha
trabajado todo el día como una loca. Podría pensarse que
alguien estuvo obligándola con un látigo en la mano.Pero
sólo por el placer de tener dominio sobre ellos [...] bien vale
la pena sufrir el cansancio".
En
Las pestañas una de las niñas dice que vivirá
sólo para mirar "cómo se mueren los demás"
En
La cajita de mariposas, la crueldad se asocia a la búsqueda
del poder entre las niñas que juegan en grupo y compiten metafóricamente
con el grupo de madres que las miran.En este relato se confirmaría
lo dicho por Emilce Dio Bleichmar en El feminismo espontáneo
de la histeria, donde explica que en la primera infancia de la niña
hay "...un tiempo en que la representación de la mujer en
tanto género será la sede del poder" . Luego del
descubrimiento de la diferencia sexual, las niñas abandonarán
ese universo femenino idealizado "...y el pene del padre será
elevado a la categoría de símbolo fetiche" y compensará
la propia carencia fálica . La narradora-personaje-niña
del relato citado dice: "!Quién sabe cuándo tendré
fuerzas para ser jefa yo también! A lo mejor cuando le proponga
a mamá llegar primeras [...] Hay que ver con qué rapidez
se pueden cambiar los papeles".
Al
final, triunfa Rosalía, la más mala, la que las castigará
a todas abriendo su boca que es "...tan oscura como el patio de
la palmera...". Recordemos que al comienzo del cuento la narradora
llevó a lo alto de la palmera al único hombre brevemente
aludido, el tío Aureliano.
El
conflicto que la relación deseo-placer provoca en una
mujer aparece en el sentimiento de culpa que acompaña siempre
a los personajes.
En
Los vestiditos, Dorita reprime rápidamente sus deseos,
que aparecen cuando recuerda a su hermano "revolviéndose
en la cama", o cuando reconoce a sus muñecos "corporizados".
Entonces "cose[...] las aberturas de su cuerpo[...] los huequitos
[...] el escote [...] condenándose ella misma a la soledad más
tremenda, más absoluta...". En esta lucha entre el deseo
y su negación, ella aparece "dada vuelta sobre sí
misma", es decir doblada como esos cientos de miles de "dobladillos"
que hizo en la vida. El texto acompaña la referencia con el abuso
de construcciones dobles : "rítmico y pendular", "cose
y cose", "ojo por ojo,diente por diente", "ahora
y siempre", etc. También aparecen las palabras dos, doble.
Así el deseo erótico, transformado en agresión
y desplazado hacia los objetos, la envuelve también a ella cuya
frustración la volverá "una muñeca más
entre los muñecos de estopa, con la imagen exacta de prenda íntima
[...]tirada..."
Esa
referencia a lo doble, sin embargo, nos lleva a recordar la idea del
"por lo menos dos" a diferencia de lo "uno", ya
que el cuerpo femenino tiene zonas erógenas dobles: senos, labios
vaginales, según Luce Irigaray en Ese sexo que no es uno.
En
Martita Stutz las niñas experimentan el placer de ser
como Martita Stutz, la protagonista célebre de un caso policial,
y de que las alcance la muerte, en una búsqueda del goce: "...nos
sacudimos como si tuviéramos chuchos de frío y nos tiramos
hacia atrás, igual que si fuéramos a desmayarnos".
Y por ello se castigan mordiéndose las uñas hasta sangrar
(masoquismo femenino). Siguiendo esta línea de la culpabilidad,
la sexualidad femenina se asocia con lo sucio. Algunas mujeres lo son.
"Claro que en lo de Elsita no hay misterios ni peligros como los
del zaguán oscuro de las Tresguerra, o como los de la pared de
la Susy con los recovecos donde hacen pis los perros y los gatos, o
como el agujero del tronco del paraíso en el que por las noches
duerme el ciruja que se rasca las pulgas". Cuando la mujer desobedece
los mandatos, la esperan la destrucción, la locura. "La
Elsita dijo que la Martita Stutz se cansó de toda esa gente que
la aturdía [...] y [...] se había metido ella misma dentro
del horno para hacerse una chica de ceniza, una chica invisible mejor
dicho y así poder jugar donde se le diera la gana. Qué
loca la Elsita.". Y cuando a la protagonista no le importan ya
los peligros ni los castigos la espera la muerte, el goce sexual y dice:
"De repente casi enloquezco de alegría" y luego: "Por
fin estoy delante del horno encendido". Una serie de expresiones
en este pasaje conectan el deseo, lo erótico con la culpa, lo
prohibido: "horno encendido" donde "queman la basura",
"calor de las llamas", "infierno".
La
autora textual recurre a la voz infantil para mostrar la fuerza del
deseo de una mujer y cómo gracias a él entra en competencia
con otra (amiga/madre) en un triángulo edípico y luego
la castiga por haberse atrevido, mostrando, así, el efecto de
las premisas machistas de la cultura, es decir del discurso dominante
del Orden de Géneros.
En
Las pestañas, el cuerpo de la niña inválida
se desplaza para ocupar el lugar donde estuvo el cuerpo de la otra,
Mariene, la niña sana, así como también la posibilidad
de despertar el deseo en otros, lo que parece ser privativo de ésta,
se desplaza hacia la enferma y el motor de este tránsito son
las pestañas arrancadas "que colocadas sobre el pecho pincharían
como alfileres y no dejarían escapar los deseos hasta que se
cumpliesen". Pero esta ilusión sólo durará
unos instantes y el deseo se desviará hacia la destrucción:
"...deseé con todas mis fuerzas que Mariene se muriera allí
no más". Este desplazamiento del deseo ocurrirá cuando
el cuerpo inválido haya retornado a su lugar primitivo así
como el texto también retornará al inicio: la envidia
de las pestañas de Mariene.
Es
interesante observar que la niña que no puede seducir, que es
también narradora, no menciona su nombre aunque alude a él
de manera sospechosa para el lector textual : "Yo estoy conforme
con mi nombre". La energía autoral, intencionadamente, no
la nombra, pero sí nombra a su amiga. El texto parece indicar
que la realización del deseo erótico estaría en
relación con la posibili-
dad
de lograr o reconocer la propia identidad, ya que como dice Drucaroff
comentando también a Luce Irigaray: "La imposibilidad de
definirnos y decir quiénes somos tiene consecuencias profundamente
traumáticas en la subjetividad femenina: podría afirmarse
que ser mujer enferma, que es en esta cultura una patología.
[...] Las mujeres no estamos excluidas de la palabra pero sí
por la palabra"
El
cuerpo aparece siempre maltratado, es decir como lugar donde
se deposita la agresión de estas féminas, y termina siempre
en la aniquilación, lo que nos lleva a pensar en la autoagresión
o masoquismo femenino. Así es como asistimos a los pinchazos
que Dorita da a sus muñecos "corporizados", vemos la
boca de Rosalía que es "oscura" como "la noche"
y sirve para embrujar a las otras, el cuerpo de María Lurán
que habrá de ser pellizcado repetidamente para "que se vuele
por los aires". A veces no aparece aludido directamente el cuerpo
pero sí los gritos de la protagonista-narradora que no alcanzan
para evitar su muerte.También los cuerpos se arrastran o se exponen
alegremente pero se mutilan arrancándose pestañas o se
usan éstas para pincharse el pecho. Siempre el fluir del deseo,
aún en las mujeres que parecen permitírselo, implica dolor
y destrucción.
El
miedo es una consecuencia lógica de la crueldad que campea
en estos relatos , al punto que da título a las obras a las que
pertenecen : El miedo contra la pared, Cómplices de extraños
juegos.
Si
bien los personajes juegan a arrinconarlo, buscándolo y provocándolo,
finalmente estas mujeres quedan sometidas a él en los niveles
más profundos de su subjetividad.
Como
síntesis y conclusión sobre estos temas que fueron rastreados
a lo largo de los seis relatos podemos decir que la autora textual refleja
las Ideas Dominantes del Orden de Géneros cuando exhibe los mandatos
que la cultura da a la mujer , así como la fuerte contradicción
entre ellos y el deseo femenino, y lo que el triunfo de esta ideas desencadena
en la subjetividad femenina : enfermedad, dolor, muerte.
Es
notoria la calidad femenina de la autoría textual así
como, tal vez, una no explícita actitud de aceptación
de las teorías feministas. Diríamos que es una escritura
feminista en la medida en que estos relatos muestran lo que les ocurre
a las mujeres cuando se someten al discurso hegemónico de la
cultura o cuando buscan subvertirlo, como lo prueba su destino final.
Así
es como en Martita Stutz el deseo, que se realiza al costo de
la locura y la muerte, es un deseo histérico, es decir generado
por la cultura, y no un deseo propio, no descubierto, el cual está
condenado a no cumplirse ; en María Lurán la mujer
que no acepta culpabilizarse es destruida ; en Los vestiditos
la frustración del deseo lleva a la soledad y la neurosis ; en
La casa de las muñecas debe autoexiliarse del mundo y
morir; en La cajita de mariposas una de las mujeres logra establecer
su superioridad a través de la agresión para obtener el
poder, actitud claramente masculina
LAS MUJERES Y LOS HOMBRES
En
estos relatos los hombres no aparecen o bien son apenas mencionados
como una presencia lejana. Tomaré La casa de las muñecas,
donde hay tres personajes femeninos -la niña (narradora), su
niñera, Lala, y su mamá-, y dos hombres: Lucas,el amante
de la madre, y el padre. Hay una clara distinción entre el mundo
femenino y el masculino. Las mujeres son víctimas, como en todos
los otros relatos, de la represión y la culpa. Lala da una educación
patriarcal a la niña mientras le "cuenta" la historia
bíblica. La madre se atrevió a escuchar su deseo (tiene
un amante) y por ello no tiene peso en la acción.La autoría
textual parece convalidar el mandato cultural y por ello la "castiga".(Un
estrategia necesaria para demostrar su tesis. Un acto de "extraposición"
bajtiniana). Este personaje es más bien una ausencia, una autoexiliada
por la culpa, que se presentifica a través del borramiento de
su vínculo afectivo con su hija. Esta situación parece
metaforizar el lugar de la mujer en la cultura donde se la define por
lo que no tiene (falo), por la carencia, de ahí la falta de nombre
del personaje ( ver referencia a este tema en páginas anteriores).
Lacan había dicho que la mujer no existe en el Orden Simbólico,
es decir en la cultura. Es así como este personaje se define
por su ausencia. Aunque tenemos algunos datos acerca de ella, nunca
toma contacto con la protagonista y todo el peso dramático que
tiene en el desenlace está dado justamente por su falta de acción,
por su extrañamiento. Esto parece dar la razón a Sigrid
Weigel, que, en La mirada bizca: sobre la historia de la escritura
de las mujeres, dice acerca de éstas y citando a Licia
: "Están dentro de la historia en una posición especial
de exclusión en la que han desarrollado su propio modo de experimentar,
su manera de ver las cosas, su cultura [...] ...la mujer está
a la vez involucrada y excluida en el orden masculino".
A
través del personaje de la madre, la autora textual parece mostrarnos
el discurso dela cultura que dice que las mujeres que escuchan al cuerpo
no pueden ser buenas madres, es decir establecer una relación
amorosa plena .Se muestra así la disociación que las ideas
hegemónicas del Orden de Géneros conllevan al dividir
a las mujeres entre buenas y malas en virtud de la realización
o no de su deseo. El resultado de esta visión esquizofrénica
de lo femenino será el estallido que habrá de sufrir la
niña y que el texto materializará en las innumerables
veces que aparecerán las palabras "gritos", "gritar"
con que el relato y la historia llegan al final.
Los
dos hombres de este cuento, el amante y el esposo/padre, son también
dos aspectos de lo masculino . La disociación entre el deseo
y la ley, el mundo de la naturaleza y el mundo de la cultura, pilares
sobre los cuales se construye todo lo humano, vuelve a darse en el mundo
masculino pero no con el mismo tratamiento que la energía autoral
había dedicado al mundo femenino .El amante es rescatado por
el trato afectuoso hacia la niña, a la cual regala la "casa
de las muñecas", objeto muy significativo en el relato,
ya que además de darle el título (nombre) será
metafóricamente el mundo a donde deberá ir a autoexiliarse
la niña, repitiendo la actitud disociativa, enferma de la madre
pero de otra forma: la protagonista buscará la muerte. Es decir
que el personaje del amante es valorizado por la energía textual,
que reproduce una vez más el Orden imperante.
El
padre es el dueño de las palabras, de los mandamientos, de la
escritura, es decir del logos. Reúne las características
simbólicas de lo masculino: "Cuando me enseña catecismo,
Lala me lleva al escritorio de papá [...] donde gracias a los
libros y a las puertas cerradas, todavía se respira aire puro.
"En
el escritorio de papá las palabras se descuelgan de la biblioteca,
y mientras recito los mandamientos [...] las tablas en las que Lala
cuenta que estaban escritos parece que nos encierran para siempre [...]
puertas de piedra que nunca podrán abrirse". El logos clausura
la realización del deseo.
Lala
es la que transmite la cultura, la palabra del padre. Actividad femenina,
como Lacan afirma. Cuando se sale de este Orden Simbólico sólo
esperan la locura y la muerte.Así la niña entra en otra
realidad al igual que el relato, que toma la vía de lo fantástico
: "Mis gritos inflan la casa como un globo, echan hacia atrás
las paredes, hacen crecer los muebles ..." y al final "...
cierro la puerta con llave [...] para que no entren los ladrones de
este aire que yo sola tengo derecho a respirar". Digamos, además,
que el género fantástico sirve a la autora textual para
construir la metáfora de la destrucción de la mujer. Aquí
donde Todorov no vería la realización plena del relato
fantástico ya que está al servicio de la alegoría,
Barrenechea encontraría una expresión cabal. Lo mismo
ocurre con Martita Stutz.
El
padre, que Freud y Lacan juzgan fundamental en la valorización
narcisística, ya había aparecido cuando el texto metaforizaba
el deseo edípico: "Entonces cuando papá me lleva
por delante, papá me levanta en brazos y me tira por los aires,
y eso es algo tan estupendo que no lo cambiaría por nada. Por
nada, por nada. En la barriga se me mezclan el miedo y las cosquillas,
pero al final todo es bueno porque papá nunca me dejaría
caer". Es por ello que los dos hombres, como dos aspectos de lo
masculino, son valorizados por la energía textual en relación
con la niña, en contraposición con lo que ocurre entre
ella y su madre quienes, al no poder amarse por estar "construidas
por un discurso que todo el tiempo entra en colisión con una
diferencia inefable de la que el discurso no puede dar cuenta [ sufren]
la opresión desde un lugar radical, existencial que [las] atraviesa"
según la interpretación que Drucaroff hace de Luce Irigaray.
El estallido habrá de producirse por ese hiato tan profundo que
el orden simbólico imperante ha creado entre las palabras y las
cosas, logos y realia.
Y
los gritos finales de "llamen al padre, llamen al padre" no
alcanzarán para evitar el desenlace.
En
Martita Stutz, la protagonista prefiere abandonar, ya transcurrida
gran parte del relato, la lucha por el poder con su amiga y con su madre
y atraviesa el límite de esa "zona prohibida" para
encontrar al hombre, ser fantasmagórico que le dice "vení,vení
conmigo para siempre". Esto ocurre al final del juego de las escondidas,
cuando ya "...la Elsita dejó de contar" y aquí
el significante "contar" cobra un doble significado, importar
y relatar, aunque de números se trate, como veremos más
adelante.
Ese
hombre será quien la ayude a reconstruir su narcisismo devaluado
y le permitirá a la niña reconocerse como mujer ( "...Grito
mi nombre [...] Porque soy Martita Stutz" ), aunque el relato fantástico
la mimetice con otra. Dio Bleichmar describe a la histérica "dirigiéndose
a un hombre para que le diga quién es". Martita Stutz dice:
"El hombre, aunque no cuenta como la Elsita, igual me da tiempo
para que yo recuerde bien todo". Ella podrá hacer un reconocimiento
de sí misma, también, a partir del reconocimiento de su
propio deseo, que fue lo que ocurrió a lo largo del juego/relato.
Y así como Elsita, también la narradora-personaje dejará
de contar.
En
La cajita de mariposas, Rosalía, la niña perversa,
trae de regalo una cajita, objeto con el cual se erige en una Pandora-niña,
ya que será responsable del terror y el asco de Felisa ante las
mariposas muertas, así como el personaje mitológico fue
la mujer considerada responsable de los males del mundo: "La cajita
parecía no pesar nada,nada.[...] Parecía que desde dentro
iba a salir Aladino, o un ángel, o a lo mejor el mismo diablo".
Es interesante observar que la narradora-personaje llena esa cajita-fuerte
símbolo de cavidades femeninas en el imaginario patriarcal- con
el producto de su fantasía y aunque da varias posibilidades todas
ellas pertenecen al mundo de lo masculino, ese padre que rescata a la
niña de la lucha con su madre. Pero la realidad develará
luego que el contenido de esa caja tiene una connotación simbólica
femenina: "mariposas muertas". El estupor invade a Felisa,
quien para no caerse se apoya en la palmera, lugar donde la autoría
textual coloca, "elevándolo", al único hombre
del relato.
ELLAS TEJEN LA TRAMA
El
contar, dice Lacan, es un trabajo de la mujer. Estos personajes femeninos
encuentran un sostén en el contar y es así como tejen
su texto, su discurso. Arman su ser mujer en el entretejido de discursos
que las habitan.Ya sea contar los números en el juego de las
escondidas en Marita Stutz, o los cientos de miles de dobladillos
hechos por Dorita en Los vestiditos, o los secretos de
Mariene a su amiga inválida en Las pestañas,
o los cuentos sobre las tablas de los mandamientos de Lala en La
casa de las muñecas, o los cuentos que hacen la niña,
su mamá y su muñeca en María Lurán.
Cuando,
en el juego de las escondidas se cuentan los números, se llega
hasta más allá de mil. Ese estiramiento del contar, que
no estaba previsto y sorprende a la narradora-protagonista, se hace
necesario para posibilitar el tránsito de niña a mujer,
con la ayuda de otra mujer. Al respecto, podemos recordar a Gayle Rubin
quien, en Tráfico de mujeres, nos da algunas claves para
pensar que, aquí, la que cuenta "entrega" a Martita
al varón que la "matará". Ese contar es una
red que sostiene, un tiempo que transcurre para hacer posible el "pasaje".
Dice ella que la amiga le "regala el tiempo". El relato es
tiempo, es el transcurrir. Paralelamente, el relato de este contar los
números es lentificado por la autora textual, se hace más
denso por la inclusión de imágenes que abren la entrada
al mundo fantástico y se concreta así dicho pasaje no
sólo en lo referencial sino en lo textual. Metatextualmente podría
leerse que el contar, el relatar es la única manera de hacer
posible lo que ocurre: el cuento.
En
María Lurán hay una referencia metanarrativa al
artificio de contar. Aparece el relato dentro del relato. La narradora
cuenta la historia de una niña que no quiere engañar a
su amiga contándole como verdaderos los cuentos que su mamá
le cuenta, no quiere "jugarle sucio". Aquí la autora
textual hace un juego con el lector textual, al cual hace creer que
ese personaje con el que dialoga la niña es otra niña
pero luego se descubrirá que es una muñeca. Es decir,
la autora textual trama un "engaño" al lector, lo cual
fue descalificado poco antes por el personaje : "...hubiera querido
engañarla y decirle que [...] la Betty no existía más
que en los cuentos..." Allí comienza el "engaño"
al lector, la ficción dentro de la ficción. Pero la "autora
textual" parece querer reivindicar a la literatura de toda presuposición
de engaño y decirnos que es parte de la realidad, defiende la
verdad de la ficción y le hace decir a su personaje: "La
Betty existe y es tan de carne y hueso como nosotras". La autora
textual, a través de su narradora, construye otro nivel de narración,
la de la segunda ficción, y así la niña dice: "Ya
que estábamos, para qué iba a ahorrarle datos. Le conté
todo". Además, esta segunda narradora crea un personaje,
la niña María Lurán, de la cual dice que "...
su voz suena como si fuera prestada". Continúa la estrategia
autoral de "engaño al lector".
Como
se acaba de ver, en este cuento se hace también un interesante
juego entre el valor literal y el metafórico de las palabras,
puesto al servicio del "engaño" mencionado. Es así
como el valor literal es tomado por retórico por el lector a
quien se le asigna el papel de constructor de la figura literaria, la
hipérbole, que descubrirá inexistente al final. Así
la niña describe a la muñeca que el lector toma por su
amiga: "... tenía en la cara una expresión muy extraña,como
nunca había visto yo en ninguna chica: sus párpados estaban
fijos...", "estaba inmóvil", "gesto de sonrisa".
En
otro momento la autora textual /narradora se burla abiertamente del
lector aunque éste aún no lo perciba, es cuando la niña
dice de su amiga lo que se diría del lector: "Cayó
como un chorlito.Como un pajarito zonzo, mejor. O como un ratón
en la trampera."
EL
DISCURSO QUE LAS CONSTRUYE
Como
diría tal vez Elsa Drucaroff, en relación a lo expresado
en Mijail Bajtín, la guerra de las culturas, la autora
de estos relatos no puede salir de "la cárcel de la subjetividad",
ya que se hace evidente en ellos el proceso de la enunciación,
lo cual no es sorprendente en la literatura escrita por una mujer.
Esa
subjetividad se hace visible a través de las huellas de la enunciación,
es decir las marcas del narrador así como las del narratario,
en el enunciado.
Los
tiempos verbales son los del discurso y están acompañados
por enunciatemas, deícticos de lugar y de tiempo. En Los vestiditos
dice la narradora en tercera persona: "Ahora es más alegre
y fácil la búsqueda"; "Hoy es jueves. Llegarán
temprano..."; "Allí José, con su pantaloncito...".
Este relato, aunque narrado en tercera persona ( la no persona de Benveniste
o la única persona posible para la representación del
sujeto completo para Bajtin), construye una tercera persona que, a decir
de Drucaroff comentando al teórico ruso, no puede escapar de
"la engañosa prisión del tiempo y del espacio de
la enunciación".Es decir que Dorita, este "héroe
semiótico" como lo denomina Bajtin, se construye en simbiosis
con el "narrador".
Esto
hace que la narradora no se pueda alejar de los sentimientos y pensamientos
del personaje y casi se diluya el límite que separa a una "persona"
de otra. Es por ello que sentimos la mirada complaciente y compasiva
de la narradora cuando dice: "Ha trabajado todo el día como
una loca. [...] bien vale la pena sufrir el cansancio"; "Los
que quisieron ganarle de mano [...] atormentándola [...] están
presos y la contemplan con una sonrisa estúpida que se mezcla
por momentos al tufo del horno encendido".
El
uso de subjetivemas "loca", "bien vale la pena",
"estúpida" son marcas del narratario también,
ya que ponen en evidencia el deseo de la narradora de sensibilizar al
lector textual hacia el personaje y también de convecerlo de
su fracaso como cuando dice: "Todavía hay un rayo de esperanza.
A cualquier precio.Tiene que haberlo. Su triunfo no puede haber sido
aparente y terminar de esta manera. Y la derrota, no es más que
una falsa tragedia".
El punto de vista narrativo se evidencia en el uso de la primera
persona que impera en cinco de los relatos, con un narrador-protagonista
en casi todos; se produce así una identificación entre
quien narra y quien realiza las acciones. A decir de Genette, se unifican
"qui parle"y "qui perçoit". En cambio, Los
vestiditos es el único relato narrado en tercera persona,
donde "qui parle" no coincide con "qui perçoit".
En ese relato el narrador es el focalizador, ya que desde su visión
se cuenta, y la focalización es interna, según la especificación
de Genette. Es decir que hay un narrador omnisciente que conoce todo
lo que le acontece internamente al personaje y además, en este
caso, comparte su voz de narrador con la del personaje e innumerables
otras voces que lo habitan: las de su madre, su maestra, amigos, hermanos,
el texto bíblico. El modo de expresión de esta polifonía
es el discurso directo y fundamentalmente el indirecto libre. Dice la
narradora: "Dorita es una mujer joven. ¿Cuántos años,
Dorita? ¡Qué importa cuántos! Porque para cuánto
puede dar Dorita todavía. ¡La pucha! Y es inconcebible envejecer
así, cruzada una mano sobre la otra". Aquí vemos
cómo la narradora dialoga desde Dorita consigo misma y cómo
reflexiona, desde la identificación con el personaje, en la frase
final de la cita. Luego asistimos al lamento del personaje a través
de la voz del narrador: "La necesidad recrea los nombres. Claro
que no lo hace por mofarse de esos hermanos desamorados. Los castiga,
mejor, a todos ellos que la encadenaron a la soledad". La voz de
la madre se hace explícita al principio de esta cita pero inmediatamente
aparece el pensamiento de Dorita y también la voz de la narradora:
"Se sabe que el trabajo es la maldición bíblica ,
y eso lo repetía su madre modista hasta el cansancio. No. Trabajo
que la esclavice no aceptará.[...] Ahí está. Eso
es lo que precisa". En este otro pasaje aparece la voz de Dorita
fundida con la de la madre, el mandato bíblico y otra vez la
voz de la narradora: "Porque todos se fueron sin pensar en ella.
Que viaje. Que aquéllas, con unas amigas. Que los demás,
el matrimonio. Es ley casarse. Formar pareja. Creced y multuplicaos.
Ella está sola".
En
Martita Stutz, la niña también es invadida por
la voz de la madre: . "...mamá [...] también dijo
un montón de cosas, eso es por desobedecer y caen en cualquier
trampa y quién perdió de vista a los chicos y leerán
el diario para ver cómo hace falta tener cuatro ojos".
Esta
diversidad de voces que habitan opresivamente a los personajes muestran
de manera explícita el carácter dialógico de la
conciencia humana, como explica Drucaroff refiriéndose al teórico
ruso Voloshinov: "el modo en que hacemos yo el discurso
otro". Sin embargo, el texto en su totalidad constituye
una polifonía monológica ya que en todos los casos hay
por detrás una voz única, la de la autora textual que
no entra en diálogo, no polemiza con ninguna de todas esas voces
que habitan a las mujeres. Solamente las exhibe, no las deja ser. Así,
esta energía textual se erige en contrincante de la voz hegemónica
del Orden de Géneros pero en un sentido monológico.
El
discurso de María Luisa de Luján Campos se materializa
en una lengua sencilla, coloquial, que remeda el lenguaje infantil.
Son niñas las que cuentan estas peripecias que les ocurren y
que llegan siempre a la tragedia. Es por ello que se usa mucho la repetición,
propia del lenguaje poco fluido o pobre de los niños. Así
un personaje dice: "...grité con el grito que dan los indios...";
"... ella contando y contando..."
. La
presencia de los diminutivos recuerdan la forma en que una madre se
comunica con sus pequeños, lo cual está al servicio de
la historia, ya que estos personajes están habitados o más
bien invadidos por la palabra materna .Esto se hace evidente en los
títulos, además, del resto de la obra : Los vestiditos,
Martita Stutz, La cajita de mariposas.
La
presencia del pronombre de primera persona es coherente con la subjetividad
del discurso y también con el lenguaje infantil: "Yo sigo
el camino de la música"; "Porque yo soy Martita Stutz.
!Yo soy Martita Stutz! !Yo soy Martita Stutz!".
El
contraste entre las historias, siempre con final trágico y el
discurso inocente, con el nivel de superficialidad propio de lo infantil,
sirve a la sorpresa e impacto emocional en el lector textual. Constituye
un ejemplo de "extraposición", ese momento de la creación
que Bajtin reclama para que se logre un objeto estético, una
vez realizada la "vivencia".
Es
llamativa la referencia a números en tres de los relatos. En
Los vestiditos se mencionan el dos,el veinte, el doscientos,
es decir la duplicidad, y luego combinaciones diversas sobre la base
de la unidad: diez, cien, un millón. (Ya hemos hecho referencia
en este trabajo a la relación entre lo uno y lo doble). En Las
pestañas aparecen el uno, el diez, el cien. En Martita
Stutz se mencionan desde el uno hasta el mil ciento tres. Puede
decirse que el texto dice o materializa lo que hace que es "contar"
.
Los
personajes cuentan números mientras que la narradora y a veces
ellos
también
cuentan historias.
Recordamos
a Irigaray cuando habla de "lo múltiple, incontable de la
femineidad".
Al mostrar el lugar de la mujer en la cultura, el texto denuncia
el orden patriarcal pero no subvierte esa posición, ya que las
heroínas son siempre castigadas. María Luisa de Luján
Campos percibe pero no comprende.
Respecto
de la ambigüedad que suele caracterizar a las producciones femeninas
(en cuanto por un lado denuncian el lugar subalterno de la mujer mientras
utilizan estrategias propias de la cultura patriarcal), dice Sigrid
Weigel, en La mirada bizca sobre la historia de la escritura de las
mujeres, que esas escrituras femeninas que constituyen un mensaje
anticipatorio no carecen de ambigüedad, de contradicción,
entre la protesta de los personajes femeninos y la postura afirmativa
del texto, pero ella las considera igualmente válidas ya que
la autoría textual puede seguir siendo conformista, castigando
o permitiendo la renuncia de su heroína, y aún así
el mensaje puede alcanzar a las lectoras de manera subversiva.
Bibliografía
citada en este trabajo
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Elsa. Mijail Bajtín, la guerra de las culturas. Buenos
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en Estética feminista. Barcelona, Gisela Eckert edit.,
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Otra
bibliografía utilizada
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Roland. "La muerte del autor"en El susurro del lenguaje.
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De Sarmiento a Sarduy. Buenos Aires, Monteá-
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Drucaroff, Elsa. "Orden de clases/ Orden de géneros: en
la palabra
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Drucaroff,
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de Ana María Shúa" en El río de los sueños.
Aproximaciones
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Luisa Valenzuela, Elvio Gandolfo, Angélica Gorodisher" en
vol. XI
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p. 217.
Datos
sobre la autora
Prof. en
Letras (UBA).
Docente de los I.S.F.D. (Instituto Superior de Formación Docente)
Nº 56 de Laferrere y Nº 88 de San Justo (Prov. De Bs.As.).
Coordinadora de Talleres Literarios.
Autora de Contra la norma (1992), prosas poéticas y relatos.
e-mail: normav_ferrari@hotmail.com
Dirección postal: Cangallo 259- (1704) Ramos Mejía
– Prov. de Bs.As.
tel. 4654-9895
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