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Luisa Futoransky

PRENDER DE GAJO

1

Cuando nací, en casa había un gallinero con pocas aves pero mucho barro. Había también una cerca de alambre oxidado que no se veía a fuerza y perfume de madreselvas.
En la puerta, un dintel de mármol herido servía para hundir el dedo en la ranura y extraer hormigas coloradas, leer cuentos, adivinar dónde irían los escasos caminantes de la calle de tierra y aprender a esperar el príncipe, el pasmo, el mesías y la revelación.

2

Se me llena la boca diciendo: mis abuelos fueron ebanistas y cosían entretela de corbatas.
En realidad me llenaría de orgullo con casi cualquier cosa que mis mayores hubieran profesado: podrían haber ejercido la fullería, ser incendiarios, panaderos, ricos o famosos, que yo tan contenta. Conversos, traidores, violentos, no.
¿Por qué a ellos los asumo y a mí, tan pacífica, tan inocua, todavía no?

3

La piedad, una piedad devastadora -la del diseccionador o el cirujano- se asoma a este tiempo de amor que desgajo sin tino ni medida entre mis contemporáneos.
Algunos son ya un vago nombre que sumo a las falencias de mi credulidad.
Desde allí los observa la sementera de la cual provengo: una matriz de veras fértil en escasez y melancolía.
En cuanto a ellos, todavía puedo verlos, arraigados, a tierras que los expulsaron, otras que precariamente recogieron su intemperie y aún una tercera para inventarse el paraíso.
Así entre fragmentos de ausencias y lugares erijo esta muesca de cuanto fuimos y serán.

4

Gil de Urquiza, Carozo de Jonelarenga,
Bobuich de Boedo, Adolfo de Dorrego
De picnic en el firmamento de los ahogados, los presos, los suicidas.

Encaramados
densos, crueles

este peso sobre los hombros
la estúpida pirámide

no desciendo de ningún parsimonioso funcionario
sino de gente simple
colérica y desdichada

esta giba, el nudo de marinero
este defecto
el temor y la esperanza
que se enroscan

la cuesta, el viento
léase tifón

y sin embargo
estrellarse no es lo que era
subir la cuesta
soñar
o amanecer
tampoco

 

CODA

escribo en relación a nuestros secretos
a la porción de lo indecible y la fragilidad de la memoria

casi al final de la urdimbre
venida a menos
fulgurante
a ratos
no hay quien lo niegue
ni yo me atrevo

 

Buenos Aires, octubre 1968-París, octubre 2004


 

 

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01/07/2005
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ISSN 1668-1002 / info


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