El tiempo de ser y la quimera de su extensión infinita.
- Juego de reflexión crítica-
por Miguel Llansó

Les propongo un experimento. Empuñen su cámara de fotos y aventúrense a captar el instante. Si sus bolsillos se lo permiten podrían viajar a Mónaco y fotografiar el Gran Premio de Fórmula 1. Desde una posición privilegiada tomaremos una instantánea del mejor, del rey de la velocidad, sin lugar a dudas; el inimitable Michael Schumacher, campeón del mundo en varias ocasiones.

El experimento consta de dos momentos. Michael Schumacher es un tipo rápido y pasará por delante de ustedes a unos 320 kilómetros por hora, que no está mal. La cámara dispone de un obturador. En un primer momento tomarán ustedes una foto de Michael con un tiempo de exposición de 1/500 segundos. Esto significa que el obturador dejará entrar luz durante este breve instante; 1/500 de segundo. En la siguiente vuelta Michael volverá a pasar como un rayo por delante de ustedes. En esta ocasión le fotografiarán durante un segundo. Un segundo de realidad quedará impreso en su negativo.

La siguiente fase del experimento es llevar a revelar el carrete. No lo revelen en Mónaco o se arruinarán. Ahora tienen ustedes, además de las típicas fotos que retratan cómo pierden en el Casino de Montecarlo, las dos fotos de Michael Schumacher. Ustedes se han aventurado a captar el instante y creen que el instante está inmortalizado en esas fotografías. La primera foto, a 1/500 segundos, es buena. El Ferrari de Michael resplandece sobre el asfalto. La segunda foto, a 1 segundo, es peculiar. No se ve absolutamente nada, sino un borrón de colores y formas desparramadas. La foto ha salido movida. ¿Qué quiere decir "movida"? Pues que en la foto ha quedado impreso un movimiento. El Ferrari, durante ese segundo, ha cambiado muchas veces de posición. Y no vemos ninguna imagen concreta, no contemplamos por ningún sitio el instante sino una colección desfigurada de instantes, nada clara; un magma de imágenes. La primera foto sí es una instantánea. Pero ¿acaso no está movida? El obturador dejó pasar la luz durante 1/500 segundos. El movimiento se imprimió durante ese tiempo, luego deberíamos pensar que en la foto buena hay también una colección de posiciones, esta vez tan imperceptibles que parecen una imagen única, detenida.

Qué paradoja. Quisieron ustedes captar el instante y éste sólo se muestra en una colección de imágenes, en un movimiento. Ven en cada una de sus fotos la impresión de varias posiciones diferentes. En la foto movida esto está muy claro. ¿O no? Pues no. He hecho un truco. Les estoy hablando de posiciones que como si las posiciones existieran con independencia del instante. Les he dicho: tanto en la foto movida como en la foto buena se ha impreso un movimiento que es una colección de posiciones, una sucesión. Este truco que he hecho es de sentido común. Suponemos que el Ferrari de Schumacher va ocupando espacios sucesivos, va tomando posiciones. ¡Como si el Ferrari existiera con independencia de estas posiciones!

Volvamos a la foto movida. Regresen a casa y díganle a su vecino que estuvieron en el Gran Premio de Mónaco. Que los negocios no van mal y que ya se codean con los más ricos. Que pronto se comprarán un BMW pero de los nuevos ¿eh? Nada de segunda mano. El vecino se reirá de ustedes y les exigirá pruebas de su abundancia. Entonces le muestran la foto, la foto movida, puesto que la buena la olvidaron en el hotel. Su vecino dirá "¡Qué demonios es eso!" Cuando ustedes le contesten que lo que ve es el Ferrari de Michael serán el hazmerreír de todo el barrio. "¡Qué demonios es eso!" pone de manifiesto que ahí no existe ningún Fórmula 1, ni nada por el estilo. ¡Pero si en la foto buena había un Ferrari! Recuerden que en la foto buena el movimiento se imprimió durante 1/500 segundos, lo que hace suponer que el Ferrari cambió de posición varias veces durante este tiempo. ¿Cuántas veces? ¿Infinitas? Para ir reduciendo el número de posiciones que vemos en la foto tendrían ustedes que ir reduciendo la duración del tiempo de exposición. ¡Vaya lío! Al año siguiente visitan de nuevo Mónaco. Sus vecinos se van a enterar esta vez de que ustedes son realmente ricos. Tienen una cámara de fotos muy buena y Michael no se escapará a su instantánea. Para que no haya ningún tipo de dudas de si es o no es el Ferrari de Schumacher hacen la foto a 1/50000 segundos. "Ja, ja", piensan, "ahora si que va a salir nítida, José Luis." Cuál es su sorpresa cuando la señorita del revelado les dice que en la foto no ha salido nada. "¿Nada? ¿Cómo que nada?". "No, señor (o señora), la película no es lo bastante sensible como para mostrar algo con ese tiempo de exposición tan reducido."

Tienen ustedes un problema. Tampoco un problema tremendo. Piensen un momento en las tres fotografías. ¿Acaso no ha quedado impreso algo en cada una de ellas? ¿No existe algo en las fotografías? La primera es un magma de imágenes, un todo sin partes, la segunda, la que se olvidaron en el hotel, es un Ferrari sobre el asfalto, es decir; todo un paisaje, con sus partes. En la tercera no hay nada, está vacía y, por eso, es también una totalidad homogénea sin partes. Pero, ¿qué tienen en común las tres instantáneas? Pues obviamente que cada una recoge un instante, aunque los tres instantes sean cualitativamente muy diferentes. Es, gracias a esta diferencia, como podrían ustedes preguntarse por las diversas esencias del tiempo, y en virtud de cual de estas esencias es pertinente la noción de "posición".

En la foto magmática, donde no hay clase alguna de figura, podríamos suponer que ha quedado impreso un movimiento. Pero, ¿qué tipo de movimiento? ¿Acaso se trata de un movimiento local? Si fuera un movimiento local, ¿qué es lo que se mueve? Recuerden que su vecino, que nunca ha estado en Mónaco, dijo: "¡qué demonios es eso!" Y lo decía porque no podía distinguir nada. En esta foto no hay ser alguno que se mueva. Para que lo hubiera, este ser se tendría que distinguir del resto del paisaje, es decir; debería aparecer como una parte dentro de un todo. Así que la experiencia de la foto con un tiempo de exposición de 1 segundo pone de manifiesto que el movimiento que quedó impreso no es local. No existe un ser que cambie de localidad. Tan solo hay una totalidad homogénea que ocupa todo el papel fotográfico. Ahora bien, si no hay ser alguno que se mueva es imposible que exista el tiempo que cuenta ese movimiento. No podríamos decir que el Ferrari quedó impreso durante 1 segundo, sin conocer antes la presencia del Ferrari. Nuestro vecino no lo cree puesto que no estaba en Mónaco. De este modo, mediante la pregunta "¿el tiempo de qué?", cuando no hay "que", no hay tiempo. O, por lo menos, no es éste un tiempo medida del movimiento: no se da una progresión constante que empareje el tiempo con el espacio ya que aún no se manifiesta el espacio.

¿A ojos de qué se dice "aún"? ¿Qué es lo que posibilita hablar de algún tipo de tiempo en la foto magmática? ¿ Qué tiempo sería éste, al que sin duda no le es inherente la figura del espacio? Ustedes habían tenido la experiencia de disfrutar del Gran Premio de Mónaco. Antes de tomar las tres fotografías creían que este gran premio era lo auténticamente real. Su experiencia de la carrera, su peculiar mirada, tenía que quedar reproducida en la fotografía. La foto buena, la más real, debía ser la que imitara lo que ustedes habían vivido. Sin embargo, la cámara se ha vuelto contra ustedes. En la foto tomada a 1 segundo la máquina ha dicho: "Ésta es, por el contrario, mi experiencia." La rebelión de la cámara está dando a entender un tiempo nuevo y distinto. Pero volvamos a la pregunta: ¿cómo se comprende este tiempo? Ésta pregunta no es baladí. El problema de la comprensión en el tiempo articula, en gran parte, la reflexión de Martin Heidegger en "Ser y Tiempo". Aunque no es un problema ni mucho menos contemporáneo. Ya Platón, por ejemplo en "La República", proponía entender el conocer como la acción de rememorar. Para ello recurre a un relato de origen pitagórico en forma de mito; las almas, que eran sabías pues pertenecían al mundo de las ideas, se han corrompido en la caída al mundo imperfecto de la materia y se han olvidado de estas ideas. A grosso modo, dicho de una manera muy burda y enfocado en la dirección de nuestro experimento, se podría hablar de que la problemática que subyace en el tema de la comprensión es la de averiguar en qué medida se toma el pasado como regla de porvenir, es decir; cómo se proyecta la experiencia pasada sobre la presente para dar un sentido a esta última, más si cabe, cuando la experiencia presente manifiesta un caos desconcertante, como es el caso de la fotografía tomada a 1 segundo. De este modo, el sentido posible de la foto caótica tan sólo sería donado mediante la confrontación con la experiencia original, representada por la foto buena del Ferrari, y el tiempo que se definiría en la foto caótica adquiriría su sentido también a raíz de la experiencia original, puesto que todo lo que se puede decir se dice del ser, que es diferencia, y no de la nada ni del todo.

Cuando se decía que en la foto magmática (o caótica) no se había manifestado aún el espacio desde luego se expresaba ya la jerarquía que relaciona las tres fotografías. En principio, si ustedes hubiesen tomado estas tres fotos sincrónicamente, quiero decir; si hubiesen disparado con simultaneidad las tres cámaras con tiempos de exposición diferentes, no dudarían en proclamar que las tres fotografías hacen referencia a una misma realidad temporal. O, por lo menos, que en el negativo que más tiempo estuvo expuesto a la luz está contenida la realidad de los otros negativos de exposición menor. Esto es lógico porque en una duración X se hallan insertas todas las duraciones fracciones de X. El "aún no hay espacio" se interpreta como que la foto caótica es potencialmente la foto en la que aparece un Ferrari. El tiempo de la foto caótica representa el magma, la posibilidad de ser, porque en él está contenido el tiempo del "ser que ocupa un espacio". El tiempo del "aún no" es el más originario y, ¡dios mío!, no es un tiempo abstracto ni metafísico sino que se manifiesta en acto. En el acto de lo desconcertante, en el momento del "¡qué demonios es eso!", en una fotografía mal sacada, en la forma de una materia sin pulir. Es decir; el tiempo puro, dónde revierten todos los tiempos de los seres diferenciados, es el tiempo de la indiferencia. Piensen el nombre de esta indiferencia en sentido biológico: delirio.

Tienen ustedes en la mano un buen ejemplo del "tiempo todo". Y lo tienen aquí y ahora. Aquí y ahora se da este tiempo de la potencia; no se trata de ninguna idea de progresión hacía el más allá donde se encuentra la plenitud del todo. En lo desconcertante, en lo deforme, está materializada la idea instantáneamente. En la instantánea que ustedes tomaron se encuentra el instante cuyo sentido sólo es leído como potencia; su ser es poder ser. El "tiempo todo" del puro "poder ser" no comprende toda la duración desde los orígenes hasta el infinito de la eternidad. Esta duración no sería objeto de una experiencia, pero la foto caótica sí que lo es. Además en este tiempo sobra la numeración del movimiento según el antes y el después, puesto que no hay algo que se mueva respecto a un paisaje; el conjunto es homogéneo y no cambia, por lo que este tiempo manifiesta su homogeneidad al margen de la duración, a partir del límite de la desfiguración de un ser. Es decir, daría lo mismo que ustedes hubiesen sacado la foto con el obturador a 1 segundo, a 2 segundos, o a 1 + infinitos segundos, ya que si el límite de la desfiguración es, por ejemplo, 1 segundo, todo tiempo de exposición mayor, todo instante con un intervalo mayor, representará, en última instancia, la misma idea de homogeneidad sin partes o a la misma sensación de caos. No existe pues es el espacio, no existe la numeración del movimiento; no hay posición, no hay progresión.

Bueno, bueno. Explíquenle esto a sus vecinos: que si en la foto se ven figuras desparramadas puede haber cualquier cosa y, por lo tanto, ahí está el Ferrari. "Y las maracas de Machín", les dirán los vecinos, hartos ya de sus bobadas. Corren rumores por el barrio, se dice que ustedes están pirados, que deliran. Sin embargo estaban ahí, en Mónaco, y las fotos recogieron la luz de ese momento. Se comentaba anteriormente que el "tiempo todo", el que contenía a los otros dos – el del Fórmula 1 y el de la nada de manchas sosas- era, por contenerlos, originario. Pero no por esto se lo calificaba de original, ya que la originalidad pertenecía a la experiencia de estar en Mónaco y asistir a la carrera, que era la experiencia que se situaba en la privilegiada posición de dar sentido a las fotografías. Originario es, pues, el acto donde cabe el desarrollo en potencia de cualquier cosa y original es la confrontación dialéctica de experiencias diferentes a partir de la cual surge el sentido. Esta divergencia de conceptos se encuentra etimológicamente señalada en las palabras "génesis" y "genealogía", donde la primera hace referencia a un "origen causa" en el tiempo (cronológico) de un ser y la segunda hace referencia a las esferas de sentido que iluminan ese ser, es decir; al logos específico desde el cual aparece un tipo de ser. No se debería confundir la experiencia de lo originario con la de la originalidad, y menos primar ontológicamente una sobre la otra, si se quiere llegar a una verdad precisamente ontológica (la verdad de lo que está ahí, por el mundo)

Ahora urge, entonces, la reflexión sobre la foto que representa la experiencia original. Se contaba que en ella aparecía el Ferrari rojo y reluciente de Schumacher sobre el asfalto caliente de Mónaco. Cuando ustedes estaban allí siguiendo atentamente la carrera, el paisaje iba cambiando a ritmo de los elementos que lo componían. Se movían los mecánicos en los boxes a toda velocidad, cambiaban los neumáticos, aplaudía el público, ondeaban las banderas de los jueces... El Ferrari quedó impreso en el negativo; la foto había sido tomada a 1/500 segundos. Durante este intervalo: diafragma cerrado, diafragma abierto, diafragma cerrado; una mosca voló sobre la bebida de un aficionado que llevaba una camiseta de los Angeles Lakers. Un rayo de luz viajó 600 kilómetros. ¿Por qué una foto es capaz de presentar un bólido totalmente detenido en la recta de meta? ¿Acaso no circulaba el automóvil a más de 320 kilómetros por hora cuando ustedes dispararon? El instante de la exposición logró mantener al ser del Ferrari frente a la desfiguración. En efecto, el intervalo de tiempo, este instante, se manifestó como un espacio. ¿Qué cualidad especial tenía este instante para que en él apareciera el espacio, la delimitación entre seres, la pluralidad de seres todos a la vez, y, sin embargo, en el resto de los instantes posibles este espacio fuese imposible? ¿No les parece un milagro este instante concreto perdido entre los abismos de lo caótico? ¿Por qué este número tan concreto; 1/500 segundos, para que aparezca el espacio? ¿A quién se le ocurrió?

¿No es el espacio una pequeñísima porción del vasto tiempo?

Esta forma peculiar del tiempo, que se caracteriza por ser espacio, es decir; el tiempo en el que se sostiene un ser, puede llamarse ritmo. La característica fundamental para que el tiempo se haga figura y ésta no se deforme es el ritmo. El ritmo es la constancia de los instantes, su relación dialéctica; el intervalo de un orden. Gracias a que el ser de ustedes cree en el ritmo pudieron anticipar el movimiento del Ferrari de Michael y tomar su instantánea. El espacio es tendencia y extensión en virtud del ritmo. Cuando ustedes se fijaron en el neumático Firestone, el mejor de los neumáticos, de calidad insuperable, no percibían el resto de automóvil en la foto. Sin embargo, sin duda intuyen que la foto no se va imprimiendo a medida que ustedes van observando las partes. La foto es un paisaje en un instante o intervalo porque en ella se proyecta la tendencia. La tendencia es de lo que se hablaba antes en la problemática de la comprensión: de qué manera el pasado se toma como regla del provenir. Imagínese que sus vecinos nunca oyeron hablar de Michael Schumacher, que les importa un pepino la Fórmula 1. A mí, en realidad, me importa un bledo la Fórmula 1 y no soy muy amante de los deportes multitudinarios. Imaginen que les enseñan la foto buena de Ferrari. Ustedes dicen: "Miren que favorecido sale Schumacher." Sus vecinos se fijarán en el juez de la bandera a cuadros en vez de en Michael, el perro de sus vecinos ni siquiera podrá distinguir el color rojo del bólido y las pulgas del perro no verán la misma disposición de figuras sobre el papel fotográfico.

Ya ven. Ustedes pudieron hacer la foto buena del Ferrari porque sabían cual era su espacio. Habían entrado en la tendencia. Se las entendían con la Fórmula 1. Sabían de antemano cual era el bólido, dónde se celebraría la carrera. Es más, conocían la forma de un Ferrari, podían distinguirlo del coche de servicio. Es más, el ser de ustedes comprendía lo que es una figura triangular porque era igual a otra que habían visto en el pasado. Para poder dirigir la mirada, para poder vivir en el mundo, para que los seres se manifiesten en un espacio concreto, el espacio de su "ser para", el instante de la aparición debe guardar algún tipo de relación con el pasado, el pasado tiene que ser capaz de abrir el paisaje del nuevo instante.

Baste el experimento hasta aquí. Quedó una foto sin ser pensada. Es la que se hizo muy rápido, en la que sale un borrón soso y pálido y no se aprecia nada. Es la foto que expresa el tiempo del "sordo total". Los seres requieren su tiempo, su duración, su instante propio, su ritmo. Pero también su potencia, su "cualquier cosa", el "¡qué demonios es eso!" El gran Nietzsche decía: "El trueno se toma su tiempo". La "foto nada" es la que no dejó pasar suficiente luz, la que se cerró demasiado pronto: el ensimismamiento. Es el instante de la vertiginosidad en la que el tiempo se anula así mismo. Ya no es el tiempo "posibilidad total", ni "ser", sino aniquilación, precipitación. Un tiempo éste muy de hoy, muy actual. Este tiempo sólo tiene sentido para advertir algo: Take it easy.

Del mismo modo, este ensayo necesita del tiempo de ustedes para ser, por lo que les agradezco su dedicación y les ruego que me contesten a: e-mail

 

 

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This page last updated 11/05/2003
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ISSN 1668-1002 / info