Por Fabián Banga
El problema de cómo encarar el tema la subjetividad, no es nuevo ni para nada resuelto. Subjetividad con su relación permanente con el concepto de individualidad fue intensamente abordado por escritores como Paul Smith en Discerning the Subject (1988) donde plantea que el sujeto podría ser entendido desde la perspectiva del objeto social y la determinación y fuerzas exclusivamente históricas. Lo que uno es (lo que el sistema propone de uno) está profundamente ligado a lo que un contexto histórico/político va a calificar de nuestro lugar sistema social. Para continuar con contribuciones en este campo Kaja Silverman, en su trabajo The subject of semiotics (1983) agregará que esta construcción del individuo, de la persona, está profundamente ligada a una construcción ideológica, una construcción que está atada a diferentes factores y discursos. Estos discursos, que Michel Foucault como buen posestructuralista asocio con la idea del poder, tienen que ser entendidos como algo que trasciende el simple texto o enunciado de una persona. Aquel que gobierna el discurso político, social, histórico, planteará un canon y por consiguiente una censura a todo aquello que no sea incluido en estos parámetros canónicos. Es decir, todo aquello que contradiga esa fuerza en control y el proyecto ideológico reinante inmediatamente será censurado con el titulo de inverosímil o poco creíble. La ecuación no termina ahí, implícitamente toda censura, propone una resistencia. En ingles esa resistencia se la determinara teóricamente como the struggle. La resistencia, por más que sea endemoniada por las fuerzas en poder o en tendencia a este poder, planteara un discurso alternativo que propone el cambio en el eje del poder. Eje que rota según las circunstancias históricas. Este contra discurso y resistencia, tan trabajado por el teorista pos colonialista indio Homi K. Bhabha, pareciera rotar entre tres grandes luchas en el espacio de poder: el del género y el cuestionamiento al discurso masculino heterosexual, el del la raza y el cuestionamiento en su gran mayoría a la imposición de la superioridad euro centralista, y por último a la constante lucha de clases y cuestionamiento a la opresión de las clases oligárquicas.
En estos tiempos profundamente mediáticos, será evidente que los medios de comunicación juegan un papel importantísimo en este forcejeo de poderes y discursos modernos. Platearse la pregunta de qué es ser argentino. ¿Es ser europeo, es ser heterosexual, es ser de clase media? El problema de la discriminación en la Argentina que nunca deja de ser actual y se ha intentado enfrentar desde ciertos mecanismos y proyectos institucionales. Uno podría argumentar que este problema universal no solamente exclusivo de la Argentina, sanamente tendría que ser tenido en cuenta a perpetuidad. Otro tema en relación con el género se está tratando hoy en día en el estado con el debate sobre el matrimonio universal. Se podría debatir ampliamente sobre el tema de la discriminación de la mujer. Pero quizás el más evidente espacio de lucha, y casi un estigma asociado desde hace mucho, es la fatalidad del incuestionable problema del clasismo en la Argentina. Si países como Sudáfrica o los Estados Unidos sufren los desmanes de un racismo histórico, entre otros problemas, la Argentina no tiene nada que envidiarles a estos países si se compara con el anatema del clasismo en nuestro país. Es tema digno de ser agregado en cada clase universitaria a la hora de hablar de la Argentina. La única explicación al ciclópeo fenómeno histórico del Peronismo en la Argentina, es el clasismo.
No requiere mucho análisis que este debate, y esta resistencia, se presente en el espacio virtual y mediático. Muchos medios de comunicación insisten de una forma sutil, y en algunos casos no tanto, en el intento de la caricariturización o esteriotipación de factores que juegan un rol fundamental en el clasismo sistemático en la Argentina. Por una realidad en la que la tecnología personalizada juega un papel evidente hoy en día, la gente en los espacios de comunicación cuestiona este discurso mediático con una militancia intensa. Este fenómeno ya analizado indirectamente en los trabajos sobre networks y fenómenos asociados a las democracias participativas, como el caso de Manuel Castells, se ven en prácticamente todos los rincones del planeta. El debate y esfuerzo que Obama pone en la difusión de discursos alternativos y propios a los mensajes conservadores de sectores de derecha en los Estados Unidos, es un ejemplo de la importancia de este espacio de poder e intento de imposición ideológica. La Argentina, por supuesto que está también inmersa en luchas similares. Un ejemplo muy reciente en el que Facundo Moyano es entrevistado por Eduardo Feinmann ejemplifica esto de una forma admirable. Luego de que el reportaje saliera al aire, miles de mensajes en el internet repudiaban la subjetividad de Feinmann ofreciendo un contra discursó.
La desesperación de Feinmann de controlar el discurso de Moyano, lleva al periodista hasta perder su propio hilo argumentativo y tratar de ideológicamente censurar el decurso del joven. Por ejemplo, acusándolo de ideas que ni siquiera son parte del debate, no preguntando, sino afirmando (“ustedes tiene que ser parte de comercio” cosa que parece ser fácilmente refutable) por ejemplo intentar demonizar al joven sindicalista acusándolo de ser hijo del secretario de la CGT, lo que en cualquier clase de Comunicación 1 en cualquier universidad del planeta le enseñaría que todo debate necesita ciertos parámetros y el salto indiscriminado en diferentes direcciones solamente desmantela su propio poder argumentativo. Pero para enfocarnos e tender a la objetividad nosotros mismos, lo interesante no es en si la eficacia o no del Feinmann o su evidente bagaje ideológico. Lo interesante es que todo su discurso no pasa por el debate, sino por una imposición. Lo fascinante es que el joven le argumenta específicamente eso, su subjetividad y su imposición ideológica. Agregarle a esto, el mensaje implícito de ver a Feinmann en saco y corbata, con lentes estereotípicos simulando un espacio académico tan explotado por figuras como Mariano Grondona, y a Moyano rodeado por trabajadores del sindicato, expande esto no solamente a un lucha mediática, sino al eterno fenómeno argentino, ya mencionado, de la lucha de clases.
La teorista feminista Chris Weedon, en su trabajo Feminist Practice and Post-Structuralist Theory (1987) propondrá en concordancia con teoristas de su época que todo discurso no es estático, y deducimos en este marco que por consiguiente este poder asociado con el discurso tampoco lo es. La lucha discursiva del gobierno, y espacios sindicales contra una media hegemónica y arraigada en la argentina, creo ronda por ahí. No hay nada de nuevo en la lucha de clases en la Argentina, lo significativo es que los espacios oprimidos mediáticamente por años, están encontrando la forma de introducir un mensaje que por mucho tiempo, por las limitaciones tecnológicas de la época, se le fue censurado. El internet y las nuevas generaciones altamente inmersas en nuestras tecnologías actuales parecieran estar desmantelando este statu quo ancestral. Ya la media no cubre la noticia, ella misma llega a ser objeto del ojo mediático. Los que son cuestionados y entrevistados son los mismos medios.