El problema de definir el Conurbano, algo que se está haciendo fervientemente desde hace un tiempo y quizás el motor de este proceso lúdico sea la fascinación por el otro, implica un problema. Un problema que se sitúa en el ámbito de la otredad y del control, del describir y proyectar al otro para definirlo. Pero en realidad lo que se está haciendo no es definir al otro sino asegurar los límites de quien intenta hacer esto. Pareciera ser que lo que se intenta hacer es posicionar y construir en realidad a los creadores de esta definición, instaurar un territorio claramente delimitado (el centro de la ciudad) por medio de una repetición compulsiva que fortifique los limites. Es decir, un discurso que lo que constituye es al centro de la ciudad en clara diferenciación con la periferia. Nuevamente de lo que estamos hablando es de un tema de bordes. Existen también espacios de comodidad y fascinación por la periferia. Esta erotización de la periferia y luego un juego de performance para poder de alguna forma gozar esta periferia desde un espacio controlado, se puede ver tanto en espacios mediáticos, como así también en las áreas de estudio del conurbano. Si bien en el primer caso el resultado es más evidente, (una variación de las visitas guiadas a las favelas con turistas primermundistas), en el segundo caso lo que vemos es una subjetivación mucho más sutil producto de la distancia que hay entre estos intelectuales y la región que están trabajando.
No es un tema nuevo éste y ya se ha trabajado en varias publicaciones como por ejemplo en el prólogo a Historia de la Provincia de Buenos Aires, el tomo 6 de Gabriel Kessler en el que el enfoque es el Conurbano. En el primer Alto Guiso también mencionamos esto. Franz Fanon lo vio en la construcción de la identidad hace décadas y Judith Butler habla de este tema en relación a la construcción de la identidad. Es evidente que estas ideas nos son útiles a nosotros en el análisis del fenómeno de los posesos externos al Conurbano que intentan construirlo o limitarlo. Este proceso se ve claramente en muchas producciones televisivas, documentales, programas de cuasi investigación o algunos otros más formales como la serie de Canal Encuentro en el que se aborda el tema de las letras en la periferia de Buenos Aires. En su gran mayoría, esos trabajos proyectan al conurbano a un espacio distante, a una identidad construida desde una función. Es interesante las similitudes que estos procesos tienen con los procesos de identidad de género (Judith Butler “Imitation and gender insubordination“, 1990) En este caso, la dinámica si bien no es de género, se proyecta con similares características sobre el territorio. No solamente se ve esto desde los procesos compulsivos, en dinámicas de repetición que trascienden los artefactos creados, sino que cumplen funciones similares a la construcción del género. Así como en el sistema patriarcal moderno se propone a la identidad heterosexual como ideal, es decir desde su estrecha conexión con la dialéctica y la producción de un modelo de “perfección” creado por el discurso, vemos como al Conurbano se lo construye desde estereotipos que en muchos casos no son tan exactos.
Lo interesante de este proceso, y es aquí cuando las teorías de Butler y Fanon nos son de vital importancia, es ver que en este proceso de identidad en realidad no se está construyendo al Conurbano sino a la Capital. Este proceso de intensa y “compulsiva” (Butler) repetición buscan en realidad proteger, delimitar y preservar la identidad del origen de donde se genera este proceso compulsivo. Tal es el grado de vaciamiento de contenido de este discurso que la gran mayoría de los agentes de este proceso se posicionan en el mismo Conurbano. Es decir que la misma población del Conurbano acepta este discurso por más que esta población del Conurbano Bonaerense sea de 3-1 en relación con la Capital Federal. ¿Por qué se acepta un programa de televisión en donde el conductor degrada sutilmente a un poblador del Conurbano? ¿Por qué se consume imágenes que amplifican factores negativos de un territorio al que uno pertenece? Quizás porque asumimos que no pertenecemos al territorio que ocupamos.
Esto lo vio ya Fanon en el imaginario del subalterno. James Baldwin ya marcaba tan lucidamente que el “problema” del afroamericano en realidad es un problema del blanco, no del negro. Quizás no estamos entendiendo este fenómeno compulsivo y de significativo interés por definir el Conurbano. Porque este interese poco tiene que ver en realidad con la misma “periferia”, si es que tal definición o espacio existe.